lunes, 13 de julio de 2009

Radiografía al sector de fundación de la histórica Victoria "El Bajo Traiguén y su gente claman cariño y urgente intervención"

Victoria.- Luego de asistir a la ubicación de la ofrenda floral en reconocimiento al héroe de La Batalla de La Concepción, Capitán Ignacio Carrera Pinto, el cual goza de un busto recordatorio ubicado en las inmediaciones de la remodelada Plaza de Armas -Presidente Aníbal Pinto Garmendia-, este medio se trasladó hasta el sector del Bajo Traiguén en donde certificó de parte de sus propios vecinos el actual estado de convivencia en el que a diario -sea por el destino o por opción propia- les toca vivir en este lugar en que originariamente se echaron las raíces, para lo que hoy se conoce como la ciudad de Victoria.
Desde un principio ello queda patente al advertir viviendas de antigua data. Casas revestidas de antigua calamina. Tejas apoderadas de hongos y verdes líquenes. Callejuelas a medio terminar, que difieren entre senda o una huerta a medio terminar. El agua de las últimas lluvias corroe cada una de las veredas, inexistentes zarpas o se desliza como buscando un mar lejano en donde unirse a las demás. A nuestro encuentro se asoma más que un puente un fiel testimonio de la antigua obra de vialidad. Más de setenta años -según los residentes- permanece soportando el paso del tiempo, el puente sobre el río Traiguén. Luce triste. Desvencijado. Sin barandas. Cansado, como esperando que las aguas del río por fin acabasen con él para descansar junto a la roca madre del afluente. Pero ello no ocurre. Es estandarte necesario para luchas electorales. Debe permanecer ahí hasta.... La gente del Bajo Traiguén se lo merece. Cualquier otro empeño quebraría y desentonaría el entorno.
Testimonios
Un escenario de miseria y olvido. Salvo algunas obras de trascendencia como lo son algunos jardines infantiles. Una posta de primeros auxilios y una nueva población. Lo demás está hecho como al azar. Destacable es lo que realizan los docentes de la escuela Reino de Suecia a favor de la comunidad, pero todo lo demás habla y sabe a derrota. ¿Pesimismo? No. Certidumbre y olvido. Los habitantes del Bajo Traiguén están faltos de cariño y más que de obras emblemáticas. De oportunidades y de mejoramiento sustancial de un sector antiquísimo, el cual hoy goza de desprestigio y estigmatización social.
“El puente desde que nací en este lugar siempre ha sido la única vía para cruzar gente, vehículos y animales. Es inseguro. Por años nos han prometido su reparación u otro a la altura de calle Chorrillos, pero todo eso es mentir y mentir” expresó la dueña de casa Roxana Arévalo.
En tanto los amigos y hoy cesantes -montados en sus bicicletas- José Luis Rubio y David Cayupe, salieron a nuestro encuentro. “No hay pega, vinimos por un dato que nos dieron sobre la construcción de un jardín infantil acá en el Bajo Traiguén, pero no dimos con nada todo fue una falsa alarma” concordaron ambos amigos, quienes antes de montar su velocípedos con amargura y comprobada desesperanza manifestaron su vergüenza y desazón por transitar en un sector postergado.
“Acá uno viene a buscar una dirección y no da con las calles, ya que no existen señaléticas, las calles están en mal estado y en la noche la iluminación no es de las mejores” dijeron los obreros de la construcción que esperan que pronto se inicie alguna de las tantas obras prometidas para Victoria -como el prometido cuartel de la PDI, la construcción de la cárcel de menores- y así vencer una porfiada cesantía.
Jaurías, barro y basura
La gloriosa calle Tacna termina con la heroica calle Manuel Rodríguez. Ambas -en esta parte nada tienen que envidiarle a la ruta que une PUA con Perquenco- no existen. El barro invita a la fabricación de artesanías en greda. No es chiste. El agua y el transitar de camiones las tienen convertidas en un lodazal de proporciones. Los vecinos aledaños, abren sus puertas y se encuentran con este triste espectáculo el cual se suma a la gran cantidad de perros vagos que en todas las calles del sector pululan sin ninguna resistencia.
En toda la esquina de ambas arterias vive Flor Arias. Me invita a pasar. Ni casa, ni mediagua, ni rancha. Simplemente un lugar para sobrevivir. Ventanas ausentes de vidrios. A sus setenta y algo de años, cada temporada debe cambiar el nylon de las mismas. ¿El piso? Mejor la tierra. Tablas separadas por casi dos centímetros. “Estoy bien, no me quejo. Lo único que quiero es que alguien me ayude a reparar mi piso. Ya estoy vieja y me puedo caer” me dice como disculpando al sistema. “Me ofrecieron ayuda del “plan” Puente, pero nunca me llegó nada” agregó. Esta mujer que el año 1981 llegó a este lugar en donde crió a todos sus hijos y hoy vive gracias a una pensión de viudez. “Ahora no es nada. Los muchachos del sector se fueron a cazar, así que no hay tanto perro”. Menos mal pensé. Ya que al salir de su triste morada, unos cuantos canes -flacos, hambrientos y enfermos- aguardaban por un pedazo de algo. Mientras los vecinos del Bajo Traiguén también esperan que alguien les “tire algo”.
Cuesta arriba -siguiendo por Rodríguez- me topé con los vecinos de las poblaciones Mackray 1 y 2. Es la misma gente. Jóvenes “esquineando” a eso de las diez de la mañana, denotan cesantía, falta de oportunidades y vicios. ¿Y qué hacer en una ciudad que poco hace por reinventarse? Un obrero a cargo de las obras del alcantarillado de la nueva población Amanecer, sale a mi paso increpándome por tomar fotografías “Oiga ¿pa` qué saca fotos?, no e`que anda sapiando a la empresa” me dijo, luego de preguntarle el por qué de tan reducido el diámetro de los ductos que evacuarán las aguas servidas de las 157 nuevas casas.
“El consultorio comunitario se ve muy bonito, pero no sirve de mucho ya que hay una sola doctora que lo atiende y si uno no llega temprano no alcanza a pescar una de las cinco fichas que reparte” me cuenta doña Flor, quien me informa que el mismo, atiende de lunes a miércoles desde las 8 hasta las 17 horas. Todo para miles de personas del citado sector. Es lo que se merecen. Es lo que hay. Con eso se deben conformar. No hay más. El vertedero municipal se advierte a lo lejos por el constante humo y el sobrevuelo de jotes, aguiluchos y tiuques, pero a nuestros pies o enfrente de nuestros ojos advertimos micro basurales por doquier. En cada esquina o sitio eriazo, junto a la basura, perros de las más diversas cruzas. Las calles y veredas atestadas de excremento canino. El panorama lejos de ser criticable, es preocupante y desolador. La gente es amable. Si no fuese por una sonrisa o una estrechez de manos, el Bajo Traiguén estaría convertido en la ciudad de la nada. No formaría parte de Victoria, sino de su propia derrota y contra eso tenemos tarea pendiente, mucho por hacer y nada que prometer.

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