miércoles, 8 de abril de 2009

¿Seré yo. Maestro?

Judas sabía que Jesús leía su pensamiento, pues Cristo dijo "No todos estáis limpios" (Juan 13:21). El terror y desconfianza se apoderaron de los discípulos. Con la más dolorosa emoción, uno tras uno preguntó: "¿Soy yo, Señor?". Pero Judas guardaba silencio. Juan estaba al lado de Jesús. A éste, Simón Pedro hizo señas para que le preguntara a Jesús cuál de ellos iba a ser el traidor. Al fin, Juan con profunda angustia preguntó: "Señor, ¿Quién es?". Y Jesús contestó: "El que mete la mano conmigo en este plato, ése me ha de entregar. Y ahora el silencio de Judas atraía todos los ojos hacia él. Pero para escapar al escrutinio de los discípulos preguntó como ellos: "¿Soy yo, maestro? Jesús replicó solemnemente: "Tú lo has dicho". Apresuradamente, Judas se levantó y salió hacia las tinieblas de afuera.
Ahora bien en estos días de recogimiento espiritual que se avecinan, es válido preguntarnos ¿seré yo maestro? Cada vez que hemos traicionado a nuestro prójimo, ya sea de pensamiento, obra u omisión. La jornada es propicia además para reconocer a quienes nos quieren traicionar o han sido desleales, toda vez que le hemos tendido una mano solidaria, prodigado trabajo o simplemente les hemos abierto nuestra puerta y corazón. ¿Seré yo maestro? Vale preguntarse cuando no vemos el bien común y privilegiamos los intereses personales. Cuando traicionamos a nuestras familias y amigos, pasando a llevar su confianza y entrega. Lo mismo hacen quienes no comprenden el término consecuencia, esto es pregonando ciertas ideas y haciendo todo lo contrario luego que voltean sus espaldas a sus oidores. Judas Iscariotes hay por doquier, están presentes en todos los escenarios de la cotidianeidad chilena. Hay muchos quienes por unas pocas monedas dejan de utilizar una mente prodigiosa, heredada de un Ser Supremo. Treintas monedas de plata hasta hoy no dejan de alimentar el odio y la pérdida de fe en personas débiles quienes a la sombra “atornillan” al revés sin medir consecuencia alguna. Hay quienes venderían a su Padre, para lograr el “éxito” o alzarse con la victoria en los negocios, en la política, en la diaria competencia, en el amor y en tantos otros tableros en que a diario nos jugamos la vida. De ahí que es fácil identificarlos tal como lo hizo el propio Jesús, observando a todo aquél que unta su hogaza en nuestro plato y cínicamente nos mira a la cara, sonriéndonos o estrechándonos la mano ocultando sus oscuras intenciones. Es por eso que Semana Santa se transforma en una instancia de recogimiento y de horas propicias para despejar nuestras mentes, sumergirnos en la palabra, empaparnos de tolerancia y amor por el otro. Fortaleciéndonos para ser capaces de enfrentar e identificar a los traidores y malhechores que solapados transitan por los caminos de la vida diaria, tratando de entregarnos a la desdicha, al oprobio, al descrédito, al olvido y al juicio público. ¿Seré yo maestro? Es una interrogante que a diario y no sólo en estos días de oración nos debemos responder. El maestro aguarda por nuestra respuesta, sufrió y murió por ella. Seamos capaces de escudriñar nuestros corazones y echar fuera a ese Judas que vive en nuestras almas. ¿Cómo? Fácil. No aceptando dádivas ni falsos cariños para entregar nuestro pensamiento, nuestros cuerpos o nuestras vidas y las de quienes más apreciamos. El Señor nos ama a todos, son otros quienes le niegan su amor y lo venden día a día. ¿Seré yo. Maestro

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