sábado, 12 de diciembre de 2009

La historia de la añorada fundición de la familia Hannig de Traiguén "Un homenaje a la pujanza y entrega por esta noble ciudad"

Traiguén.- No es posible centrarla en uno solo o unos pocos productos industriales porque a decir verdad, era un sinnúmero de productos que salían de sus diversas secciones. En esa portentosa fábrica se elaboraban clavos y grampas de distintas dimensiones, sobretodo clavos que iban desde los más pequeños hasta los cuadrados de 20 centímetros. La sección máquinas se encontraban las de distintos tamaños, desde las que funcionaban a gran velocidad consumiendo el delgado alambre del que salían los pequeños clavos de mayor tamaño: dos, tres, cuatro pulgadas, hasta los de 20 eran procesados por máquinas mayores, de andar más lento y acompasado hasta llegar a la que hacía los clavos de 20, que era una máquina lenta que trabajaba desenvolviendo los pesados rollos y cortándolos matemáticamente dándoles punta y cabeza.
Los clavos más grandes se fabricaban en modelos redondos y cuadrados y eran empaquetados en envases de cartón y sellados para su envío a los mercados. Otra sección elaboraba las famosas palas carriladas, usadas por el ferrocarril. Las palas canaleras y las hoyeras, para diferentes usos. Veíamos los carretones salir de la Industria Hannig con paquetes de palas convenientemente etiquetadas y pintadas. El alambre tejido en malla también salía en rollos, con su etiqueta de la fábrica que lo elaboraba.
Extintores contra incendio eran elaborados en la industria en gran cantidad, ya que tenían mucha demanda. En la fundición se fabricaban herramientas diversas para la industria. Era impresionante ver a los vaciadores del metal líquido en los moldes de gran precisión, pero era tanto más impresionante aún, entrar a la sección cocinas y estufas por la enorme variedad y modelos que se armaban para calefaccionar los hogares del sur del país. A diario salían los carretones a la estación de ferrocarriles con las cocinas y estufas embaladas y las tiras de cañones para su instalación.
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“Cocinas y Estufas Hannig”, rezaban las etiquetas, en estos artefactos destinados a calefaccionar los hogares desde la zona centro del país. Las cocinas de dos, cuatros y ocho platos y las industriales eran mandadas a diversos destinos. La fábrica de don Max Hannig comenzó a instalarse en 1930 y duró hasta pasados los años 60`. Comenzó paralelamente con la instalación de un molino de cilindros para moler a maquila. Junto al molino de don José Bunster que estaba a 50 metros y que era a cilindros, que era hidráulico y la fuerza del torrente se aprovechaba para mover la Planta Hidroeléctrica con que se iluminaba la ciudad de Traiguén. Hannig-Bunster dos genios del pasado.
Una piscina elevada hizo construir don Max Hannig para que sus hijas Nelda, Edda, Wilma y Vera, disfrutaran con sus amigas en el verano. Usaban chalecos salvavidas de corcho ecuatoriano. Todos los edificios Hannig eran construidos asísmicos y se conservan intactos a la fecha. Casado con Teresa Kourwich, notable dama benefactora, hizo construir para ella un chalet que se levanta airoso en las esquinas de Aníbal Pinto con Basilio Urrutia. A pesar de su riqueza, permitían a sus hijas compartir sus juegos con niños pobres del barrio, subir a sus autos. Edda es su única hija que aún vive en Traiguén.

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