lunes, 7 de julio de 2008

"EL PABLO NUESTRO DE CADA DIA"




Un día de invierno, 12 de Julio del año 1904, en el pueblo de Parral nace Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, hijo de don José del Carmen Reyes Morales y de doña Rosa Basoalto Opazo ambos parralinos.
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El niño que más tarde cambiaría su nombre por el de "Pablo Neruda" había nacido en el seno de una familia curtida por las duras condiciones de la vida que el Chile central exige a los pequeños agricultores y trabajadores de la tierra. Precisamente por esa estrechez económica fue la causa de que don José del Carmen saliera a muy temprana edad a buscar nuevos horizontes en otras regiones, y así trabajó primeramente como obrero en el puerto de Talcahuano y, más tarde, se trasladó a Temuco donde se hizo ferroviario.Los primeros años de la infancia se desarrollaron entre el humo de los trenes, las lluvias, el conglomerado humano que componía el grupo de familias que vivían en su población temuquense y los bosques del Cautín hacia el sur y la costa.Neruda desde muy pequeño acompañó a su padre José en sus labores de ferroviario manejando un tren lastrero, cumpliendo faenas de reparación de las vías férreas del sector. Allí pudo observar de manera directa el pesado trabajo que debía de cumplir su padre como así los obreros(tres) que le acompañaban picando piedras de cantera. Recorriendo tramos de salvaje vegetación embelesado con el canto de los pájaros de la foresta virgen, se fascinó siguiendo el transitar de los coleópteros que como pequeños tanques deambulaban pesadamente entre los bosques de troncos humedecidos, olió helechos y no dejó piedra sin voltear para escrutar el hormigueo de los millones de insectos y parásitos del bosque barrido por las continuas lluvias del invierno de Cautín. A unos cuantos metros de sus investigaciones infantiles, el tren lastrero maniobraba, yendo y viniendo con sus marineros de piedra que vigilaban y protegían sus pasos entre pitazos y pitazos.Veinte poemas de amor y una canción desesperada ( 1924).
Poema 1
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava y
hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel.
De mí huían los pájaros y
en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha de mi arco,
como una piedra en mi honda.
Pero caer la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo,
de leche ávida y firme.
Ah, los vasos del pecho!
Ah, los ojos de ausencia!
Ah, las rosas del pubis!
Ah, tu voz lenta y triste...
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi castigo indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

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