lunes, 2 de agosto de 2010

Fernando Villegas: “La vida consiste en estrujar cada instante”

Araucanía.- (Jorge Abasolo Aravena)Con su libro “De la felicidad y todo eso” (Editorial Sudamericana), este sociólogo sitúa la felicidad al lado de la serenidad. Ofrece una serie de ensayos miniaturizados, que van desde cómo orinar para conseguir un momento de respiro y solaz hasta cómo sobrevivir a las ruedas imparables del consumo y la ganancia.
¿Fernando Villegas escribiendo un tratado acerca de la Felicidad?
Pero si eso es como si un boliviano escribiera acerca de las bondades del agua de mar.
La Felicidad debe ser uno de los términos más difíciles de definir. Y más difícil es llevarlo a la práctica.
Fíjese usted amigo lector que Afganistán y Nigeria tienen un ingreso per cápita de menos de US$2.000, pero cuentan con los mismos índices de felicidad que Japón, que tiene un ingreso 25 veces mayor.
Un grupo de personas que ganó la lotería en Estados Unidos y que fue comparado con víctimas de accidentes que quedaron parapléjicos, decían que disfrutaban menos que ellos de las actividades cotidianas y tenían menos esperanzas de ser felices en el futuro.
Pero hay más.
Un reciente y prolijo trabajo publicado en la revista Psychologycal Science revela que las cosas materiales hacen felices a las personas, pero que esa satisfacción tiene fecha de expiración. ¿Hasta cuándo? Hasta que esa persona se acostumbre a su nueva adquisición, pero fundamentalmente hasta que sus amigos también se compren lo mismo y esta deje de significar status.
En consecuencia, ¿de qué se trata la felicidad?
Difícil pregunta.
Partamos aclarando que el dinero y los bienes en sí mismo no nos hacen más felices, pues solo permiten compararnos con nuestros pares y gozar de un mejor status. Esto cobra mucha importancia en un país como Chile, donde el arribismo y las apariencias nos atrapan a todos, cosa de la cual cuesta sustraerse.
En el libro “De la Felicidad y todo eso”, (Editorial Sudamericana) Fernando Villegas aclara con frecuencia que no es un experto en el tema, que carece de doctorados o masters en torno al tema.
Tampoco le serviría de mucho contar con ellos, pues no hay universidad ni instituto que enseñe a ser feliz. Esto es una cuestión que se trabaja en el día a día, sacando provecho de los reveses y dolores de la vida y afinando aquellos elementos perturbadores que nos impiden ver la vida tal cual es.
La tarea no es nada fácil, porque duele madurar y porque hay gente que no aprende nunca. Ni con los peores porrazos…
Es uno de los opinólogos de fama en este país.
Sociólogo en comisión de servicios en el periodismo chileno. Antitético por antonomasia y francotirador de las costumbres nacionales. Con algo de iconoclasta Villegas es un tábano social, lo que hace bien en un medio uniforme y chato como el nuestro. En su obra “La Conversation”, el notable escritor francés André Maurois acusa en torno a la naturaleza humana: “Nous aimons la franchise de ceux qui nous aiment. La franchise des autres c’appell insolence” (nos gusta la franqueza de quienes nos aman. La franqueza de los demás, se llama insolencia)
Con Fernando Villegas Darruiz se produce una dicotomía casi irreconciliable. O se le rechaza o se le acepta. Cuenta con una legión de simpatizantes y enemigos. Los últimos, como es natural, suelen hacer más ruido que los primeros, más cautos y hasta silentes, temerosos de solidarizar públicamente con alguien que rebasa convencionalismos y no trepida en llamar las cosas por su nombre. Como si fuera insuficiente, es también de aquel tipo de personas con quien casi nadie quisiera malquistarse. Acido en sus juicios, éstos suelen ser de una franqueza algo intolerable para un país uniforme, atávicamente mitológico y pacato en sus modas y costumbres.
Ateo hasta donde Dios lo permite, es ajedrecista consuetudinario y desacralizador por antonomasia. Cálidamente neurótico, las veces que he estado con él admito que me he entretenido harto. Y conste que tiene buen humor. Cuando supo que mi reportero gráfico –Raúl Urrea- hablaba ruso, se puso a imitar el idioma. Y lo hizo con gracia.
Como lo hizo antes con “Ruego a Ud. tenga la bondad de irse a la cresta”, con “De la Felicidad y todo eso” da un paso adelante para bocetear con agudeza y gran sentido del humor, en determinados caracteres que delinean el mapa de nuestro país. Se trata de un ensayo chispeante, corrosivo y que vuelve a inscribir a Villegas como uno de los analistas más polémicos y crudos del panorama nacional.
Menos prolegómenos y gocemos esta entrevista con Villegas... "el de la tele”...
-Una cosa que dificulta la felicidad son las cosas mediatizadas, aquellas que no podemos controlar, que no dependen de nosotros. ¿Qué sugieres para ello?
-Uno debe tener claro que las probabilidades de que las cosas no funcionen son altas. S una cuestión de matemáticas. Si uno escribe una novela y hay otro millón de tipos escribiendo novelas, probablemente no seas tú quien se lleve la gloria eterna y las ventas. Si yo ambiciono escribir un libro, está dentro de mi control. Si además quiero ganarme el Premio Nobel, estoy pidiendo más allá de la cuenta.
-Luego, la felicidad tendría que ver con el manejo de las expectativas…
-Sí. Hay que tratar de no tener ninguna expectativa. Si llega la gloria, bueno, pero hay que tener en claro que no vale tanto tampoco.
-Hay mucha gente que basa su felicidad en la esperanza.
-Los griegos decían que la esperanza era una fatalidad, y creo que estaban equivocados en eso. La esperanza es lo mínimo que uno necesita para poder funcionar, pero no hay que exagerar. Hay que buscar el áurea mediocritas, como decían los romanos. O sea, el camino dorado del medio.
-Al momento de escribir el libro, ¿analizaste tu propio grado de felicidad?
-No. Pero soy una persona razonablemente feliz, porque me rodea un buen escenario, que no me lo regaló nadie, por cierto. La felicidad no llega por correo ni se baja de Internet. Ese es el tema: uno se tiene que fabricar una estrategia de vida. La mía está basada en el miedo, porque le tengo un poco de miedo a la gente. Busco la tranquilidad, encerrarme a hacer mis cosas y no joder a nadie ni que me jodan a mí.
-¿No es una estrategia individualista?
-Es que esto es individual, pues. Cada cual tiene que trabajar sus cosas y ver qué capacidades tiene: si se es un tipo talentoso, del montón o un pelotudo.
-¿Y qué pasa con aquellos que malviven, los que apenas viven con lo mínimo?
-Uno puede ser feliz con lo más mínimo y con mayor razón si tiene pocas cosas, tienes que desarrollar una estrategia para vivir con esas pocas cosas. Epícteto decía que podría estar feliz en una mazmorra, mientras esté su mente en condiciones de trabajar. Yo necesito una ducha: si la mazmorra tiene una ducha podría decir lo mismo que Epícteto. La felicidad no consiste en un determinado stock de materiales, porque si no los tienes, estás cagado. Uno tiene que manejarse con lo que tiene.
-¿Por qué decidiste escribir este libro?
-A ver...puedo imaginar perfectamente a uno de esos personajes cuya fauna es tan abundante en todo el planeta, sugiriendo con una sonrisa burlona que lo he hecho por la más mercenaria y pedestre de las razones. Lo que pasa es que en la Editorial querían otro best sellers y yo necesitaba otro adelanto.
-Pero siempre hay otro motivo para forjar un libro, al margen de lo monetario.
-Cierto. Lo hice también por la ansiedad de ayudar al prójimo. No soy tan individualista como muchos creen. Me gusta ayudar cuando puedo. Pero no se trata de que yo sea peor o mejor. Creo que el más limitado miembro de la especie puede lanzar una verdad irrefutable. Sé que este libro es limitado incompleto y probablemente superficial y hasta patético, al menos visto desde la óptica de un filósofo profesional. No obstante, mi único mérito es precisamente ése. NO siendo un filósofo profesional, he escrito para almas tan comunes como la mía.
FUSTIGANDO LA SOCIEDAD
-En tu libro se trasunta cierta mirada crítica a nuestra sociedad.
-La idea común es estrujar la vida hasta el último segundo, en una vida desenfrenada. Hay que vivir lo más intensamente cada minuto. Yo hago mías las palabras de Julio César, que decía: “apúrate despacio”. Yo sigo eso al pié de la letra. No me agito, en la medida de lo posible.
-Aseguras que una de las formas actuales de concebir la felicidad es hacerla ensamblar con la satisfacción laboral y la más o menos exitosa carrera profesional que se tenga en la vida...
-Claro. El fundamento de dicha concepción es el activismo desenfrenado que penetra nuestra cultura. Un hombre o mujer que no posea una agenda llena de actividades, encuentros, almuerzos de trabajo y otras leseras, es un pobre ave, un fracasado. Según este acelerado y errático enfoque, la felicidad consistiría en correr en todas las pistas:la del escalafón, la del gimnasio o el estadio, la del trekking, la del consumo y la ostentación.
-En otras palabras, la cultura del mall, ¿verdad?
-Humm...yo no sé si las personas están felices en los mall. Yo creo que los mall tienen que ver con arrancar de la infelicidad y del tedio, más que una búsqueda de la felicidad.
-¿Crees que este tipo de vida se está extinguiendo?
-No. Creo que aún le queda bastante vida. Siempre se tiene la idea que va a pasar algo en los mall. Además, ¿qué alternativa tienen esos asiduos a los mall?

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