sábado, 15 de agosto de 2009

La Araucanía, 200 años de dolor

Araucanía.- (Jaime Quintana, diputado y candidato a senador)Hace unos días visité el Hospital de Collipulli y su director me habló de ciertos requerimientos, debido a las contingencias que deben enfrentar cuando llegan buses policiales con comuneros y carabineros heridos y el hospital se transforma.
Traté de hacerme una imagen de ese cuadro y en el fondo ví que tras 200 años de la república, aún hay profundos dolores, rabias y sangre fresca después del último tratado de Putúe hace más de 100 años.
Tenemos muchos temas pendientes, la pobreza, la contaminación, baja competitividad, todos ellos son abordables, sin embargo el conflicto mapuche, precede a todos estos y lo medimos y tratamos con las mismas herramientas tecnocráticas capitalinas. ¿Por qué las fórmulas mágicas podrían funcionar ahora, si no han funcionado nunca? ¿Por qué cada cierto tiempo llamarse “Catrillanca” es peligroso? Hemos dado muestras de que podemos construir políticas públicas para superar la pobreza, mejorar la educación, construir ciencia e incluso avanzar en los derechos sociales, pero en la Araucanía nada de lo que hagamos tendrá sentido, sino enfrentamos antes, una historia demasiado fresca y viva, para ser tarea solo de algún MBA y que cree que la solución de todo pasa solo por el dinero.
Requerimos hablar con la vista al frente y con todos, sin exclusión.
Si para el drama de los detenidos desaparecidos se constituyó una mesa de diálogo de alto nivel, porqué no ser audaces y atrevernos a pensar en una iniciativa similar para la región, un espacio serio de convergencia con tareas, plazos y sin mentiras.
Soy un hijo de esta región y estoy convencido que parte fundamental de la solución está en nosotros, por lo que debemos ser cuidadosos en los actos del habla. Decir que hay colusión sin tener pruebas sólo agrava la relación; es hora de conversar con franqueza y con una mirada inclusiva, donde los nietos de aquéllos que firmaron el tratado de Putúe se sientan incorporados y protagonistas de una Araucanía que los quiere, los protege y no los encuentra sospechosos.

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