miércoles, 29 de septiembre de 2010

Columna: Hubo una vez un olivo

Angol.- (Hugo "Fito" Gallegos) Cuando un puñado de jesuitas tuvo la idea de plantar un hermoso olivo en el año 1750, y que se ha constituido en una reliquia de las actividades agrícolas desarrolladas en Angol por esa orden en el año 1750, al norte de la confluencia de los ríos Malleco y Huequén, específicamente donde hasta hace algunos años estaba el Fundo “El Olivo” de Ruberli Rossi Zavala, ubicado en el camino antiguo a Renaico, muy cerca del Monte de las Diucas y a tan sólo 1.400 metros de Angol.
Con la muerte de este recordado ciudadano, el día 27 de julio de 1994 se adjudica la propiedad a Teresa Soledina Zavala Saavedra y Omar Rossi Zavala, quienes a su vez la traspasan en venta a don Arnoldo Eulogio Sánchez Contreras, caballero que seguramente debe saber lo que aquí ocurrió y que termina después de 260 años con la existencia de este olivo, al condenarlo a morir bajo el hacha del verdugo.
Varias veces antes de este acto de “barbarie cultural”, se había intentado quemar, pero al negarse las llamas a masticar la carne de este, casi sagrado olivo, hoy en pleno siglo XXI, se decide, basado en el dictamen de la ignorancia, cortarlo definitivamente porque no deseaban “curiosos” que entorpecieran con sus miradas el complicado trabajo agrícola allí desplegado, sin tomar en cuenta que en aquél olivo histórico, había más de dos siglos y medio de historia respirando en sus raíces y que pese a estar en terreno particular, no le asiste a su dueño el derecho a cortar un verdadero cordón umbilical con nuestro orgulloso pasado.
Aprovecho para recalcar algo con respecto a la propiedad y la manera de mirarla desde nuestro tan particular punto de vista: creemos y estamos convencidos que la tierra nos pertenece y en nombre de esta estupidez, nos damos licencia para cometer este tipo de atrocidades que no tienen vuelta atrás, en cambio ese pueblo “bárbarp” para muchos, piensa que ellos pertenecen a la tierra o mapu, creyendo a tal extremo, a modo de ejemplo, los habitantes originales de esas ásperas arenas del norte, que al beber un trago, deben derramar parte de él a la pacha mama o “madre tierra”, en señal de respeto.
Ahora, que alguien cortó el olivo, seguramente la Divina Providencia le proporcionará la dicha de ver crecer abundantes frutos en esa tierra regada de historia y fertilizada con la muerte de tantos hombres que, precisamente en ese lugar, sacrificaron su existencia para que seres como Usted señor del hacha, se sienta ahora con la potestad de borrar sus sacrificios y sembrar más ignorancia, en un terreno que nunca debió estar en manos de personas que ponen como prioridad sus mezquinos intereses por sobre los valores históricos de los pocos testimonios vivos que van quedando en Chile y que nuevamente son asesinados por las manos de la irresponsabilidad. ¿Qué podría influir en su presupuesto, el haber dejado libre de su valioso criterio, unos 16 metros cuadrados?
Estoy cierto, que esto será sólo un escrito de un destemplado orate que gusta de la historia y que trata de noquear con el peso de su palabra esculpida en espuma, y tal vez habrá muchos que en la propia contemplación de sus riquezas seguirán durmiendo tranquilos, cobijados por el cálido y cómodo manto de la cobardía, ni siquiera comentarán este incidente, ni menos hablarán de ello con sus amigos influyentes, total olivos de 260 años hay en todos lados, además ni siquiera se han enterado de aquél dicho que dice: “desnudos llegamos e igual nos vamos” y que la Biblia menciona en Eclesiastés Capítulo 5, Versículo 15 “Tal como uno ha salido del vientre de su madre, desnudo volverá a irse, tal como vino y absolutamente nada puede uno llevarse por su duro trabajo que pueda llevarse con la mano”.
Por esto, estimado verdugo de la historia, lo felicito por tener tantos cómplices en esta tierra de Los Confines, ya que estoy cierto que nadie osará levantar espada en contra vuestra, ni menos vituperarle cuando su rostro se cruce por las calles, además creo que le asiste el derecho de pensar, “que cada uno celebra el bicentenario como quiera” y no se preocupe por este olivo porque no está bajo la protección de los derechos humanos, apenas amparado por la ley del popular “Moraga”.

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