lunes, 2 de febrero de 2009
Las estaciones y el viaje hacia nuestros recuerdos
(Por Cristian Rodríguez Domínguez, arquitecto) La Araucanía era un territorio inexplorado hacia fines del siglo XIX , por lo que se inicia un plan militar que incorpora el territorio denominado hasta ese entonces como La Frontera. Una vez consolidado el proceso de “Pacificación”, hacia fines de siglo el gobierno de José Manuel Balmaceda da comienzo a un plan para incorporar este territorio a la economía nacional, donde el ferrocarril jugaba un rol fundamental.
El Ferrocarril y los pueblos del sur
Hacia 1883, el Estado era dueño con su red central y ramales de más de novecientos kilómetros de líneas férreas. Estas vías se dividían en tres administraciones las cuales se regían por sus propios reglamentos internos. Esto originaba un desorden que perjudicaba el desarrollo fluido de este medio de transporte. Por ello en el año 1884, el 4 de enero se creaba por ley de la República la Empresa de Ferrocarriles del Estado, institución que se encargaría de la administración de toda la red estatal que comprendía antiguas administraciones.
Dentro de la empresa, la Dirección de Obras Públicas se elaboró un plan de renovación de estaciones y ejecución de la naciente ampliación de los servicios en la Araucanía. Este territorio era de muy baja densidad y recién comenzaba a colonizarse, por lo que se construyeron pequeñas estaciones de madera de características similares para toda la zona.
La construcción de un ferrocarril, no sólo plantea una intervención en el paisaje rural a través del despliegue de líneas, durmientes y cables, sino también desencadena un proceso de transformación, física, económica y cultural en los asentamientos urbanos cercanos a su radio de acción. Es así como un pequeño poblado alejado de centros urbanos importantes, puede integrarse al resto del país con el simple hecho de contar con una estación ferroviaria.
La Estación
A fines del siglo pasado nuestra actividad cultural era profundamente influenciada por los dictados del arte europeo. Para la ejecución de las estaciones del ferrocarril se trajo a ingenieros contratados por la Dirección General de Obras Públicas para el ferrocarril del sur, quienes traspasaron a sus pares chilenos el conocimiento y la técnica utilizada en Europa.
A pesar de ser volumétrica y proporcionalmente muy distintas a las europeas, las estaciones de la Araucanía tuvieron el mismo impacto urbano que estas. En el caso de las ciudades ya formadas, es múltiple el rol urbano asumido. Pasa a definir un nuevo centro de gravedad, conformando un barrio con identidad propia.
La estación, en su expresión es un lenguaje austero, desarrollando una ornamentación elemental, pero que se adapta con gran propiedad a los recursos del momento y a su naturaleza de se, una arquitectura por necesidad es así como muchos poblados se fueron generando a partir del ferrocarril, como Quilquén, Trigal, Collipulli, Selva Oscura, Quillém, PUA antes que la plaza y la iglesia ya estaba construida la estación y en otros, en tanto, no pasó de ser una estación como es el caso de la hacienda Cullinco, en Victoria.
De esta manera, la estación pasa a definir un nuevo centro de gravedad, conformando un barrio con identidad propia, cierto comercio, bodegas, hoteles, residenciales y viviendas entregaran a este nuevo barrio una imagen muy particular, la gran mayoría este sector llegó a constituirse en parte de la memoria urbana de cada ciudad.
Aunque la estación de la Araucanía fue infinitamente más pequeña que la europea era la expresión de un edificio de máxima jerarquía, la obra construida más importante de la ciudad. Esto la hizo distinguible y la transformó en una nueva referencia ciudadana. Era la puerta hacia otro mundo.
Ya sea en forma espontánea o planificada, la estación se transformó en un nuevo generador de vida urbana, concentrando el comercio y los servicios vinculados a ellos en sus alrededores, quienes quisieran una mayor presencia buscarían terrenos cercanos a ellas.
Así, la estación planteó un nuevo patrón en la colonización de la Araucanía. Donde el espacio público más significativo de las estaciones era el corredor, el de la espera, propiciando un intercambio entre los distintos actores, una sinopsis de la variedad de expresiones que habitaban en la Araucanía.
No obstante, también el acto mágico de preparar la partida para introducirse en un mundo nuevo, dejando el rastro de lo ya vivido en la idea de volver a reconocerlo, al mismo tiempo, la estación del tren es el tiempo en que se encuentran el antes y el después, iniciando para siempre el viaje hacia nuestros recuerdos.
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