Gracias a la vida que me ha dado tanto, diría una Violeta agradecida, pero ahora lo dice Bertita González, verdaderamente agradecida de Dios por estos 100 años de vida que El le ha dado. Esos dos luceros que abrió un 18 de febrero de 1909 en Santiago, donde luego se casó y tuvo dos hijos, Einstein e Ivonne, y cuatro nietos que la han llenado de satisfacciones. Ella trabajó muchos años en la empresa Cinzano, hasta que jubiló, cumpliendo destacadas labores administrativas reconocidas en su época por la prensa santiaguina. En su trabajo conoció muy bien lo que era escribir a máquina, siendo una excelente dactilógrafa.
Por esas cosas del destino y estando ya viuda llegó a esta ciudad aproximadamente en 1990 en compañía de su hija Ivonne y su esposo, el conocido empresario Marco Antonio Alonso A. y su nieta Francisca. Posteriormente llegaría Marquito. Damos gracias a Dios por haberla conocido, por compartir muchos momentos fraternos con ella, por ser una mamá, una abuelita, una suegra muy preocupada y cariñosa con su familia y todos los que la rodean
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