Traiguén.- Conmoción causó en los medios ciudadanos de esta ciudad, el sensible fallecimiento del señor del deporte -Guillermo Jara Escobar- quien apenas pudo sobrevivir a la también partida de su querida esposa, Norma Aravena de Jara.
El deceso de su amada cónyuge lo sumió en una profunda tristeza, de la que sus fieles amigos del Club The Chileans habían tratado de sacarlo, pero sin los resultados esperados. Guillermo esperó resignadamente. Esperó el instante que había de llegar para reunirse con su querida “Mona” como cariñosamente la llamaba, su compañera, quien lo acompañó durante la mayor parte de su vida.
Desde el acogedor hogar del que juntos disfrutaban o desde la gran botillería que juntos también levantaron, con grandes esfuerzos. Guillermo Jara fue un destacadísimo jugador y entrenador de fútbol. Será difícil encontrar otro como él. Fue también un campeón del tenis de mesa y un destacado billarista, pero fue en el balompié en donde alcanzó sus mayores éxitos. Delantero de gran manejo y de una concepción mental admirable.
Desde dentro de la cancha dirigía con indicaciones precisas a sus compañeros, anticipándose a lo que vendría después. Amigo admirado de los hermanos Cerna, Héber y Nilcíades, de Hugo Fuica, de Ángel. Amigo de los hermanos Aguin. De los Cerda: Eliecer y Miguel, de Carlos Cortessi y de Orlando Álvarez. Todos los cuales hoy lloran y sienten su partida. Era uno de ocho hermanos, todos varones: Luis, avezado piloto civil. Oscar, sobreviviente del deporte traiguenino. Juan Pablo, buen futbolista liceano de la época. Arturo, insigne goleador. Armando, comerciante. Miguel, el mejor dotado y Guillermo, el admirado. El padre de todos ellos, Juan Pablo Jara, afamado comerciante en vinos de la zona del Maule.
Nunca quiso hacer caso de la Ley que lo habilitaba para ser compadre del Presidente de la República, por el séptimo varón. Guillermo fue jugador de importantes selecciones y concurrió al nacional de Chuquicamata y después entrenador al nacional de Iquique. Su Club The Chileans -su querido club- mereció junto a Enrique Weidmann, su máxima atención. Volcó su atención en el famoso bingo del club, con cuyo beneficio tenían para llevar los gastos que demandaba un año de mantención del club. Sus compañeros del albo club estuvieron con Guillermo hasta el último momento de su partida de este mundo. La misa elevada en su memoria, fue del todo concurrida y todo por la partida de “un señor del deporte” en Traiguén.
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