Durante los años 60, con la aparición del principio de Normalización y por otro lado con la emergencia y consolidación del concepto de Necesidades Educativas Especiales (NEE), en el informe Warnock de 1978, se inicia una nueva forma de entender la Educación Especial. Así, se remece la concepción que se tenía respecto a la Educación Especial, provocando una verdadera evolución conceptual y procedimental, volcando las prácticas pedagógicas hacia la diversidad. Así, surge la imperiosa necesidad de acomodar la oferta educativa a las potencialidades de cada sujeto.
En el Informe Warnock queda explícita la idea de que los fines de la educación son los mismos para todos los niños y niñas, cualesquiera sean los problemas con que se encuentren en sus procesos de desarrollo y, en consecuencia, la educación queda configurada como un continuo de esfuerzos para dar respuesta a las diversas necesidades educativas de los alumnos para que estos puedan alcanzar los fines propuestos. A partir de estos argumentos, en forma progresiva el objetivo de esta modalidad educativa comienza a dar un giro en el sentido que no sólo se trata de optimizar los avances en el desarrollo de la persona en función de su discapacidad, sino también y especialmente de proporcionar un conjunto de apoyos y recursos que han de implementarse en el sistema educativo regular para dar respuesta educativa adecuada y favorecedora del máximo desarrollo global.
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