sábado, 23 de febrero de 2008
Selva Oscura y la remembranza del progreso
La Localidad de Selva Oscura nació al amparo del ferrocarril a fines del siglo XIX, una vez que se construyó la estación se convirtió en un asentamiento que se transformó lentamente en polo comercial para atender los fundos colindantes, con sus enormes bodegas de madera donde se almacenaba el trigo cuyo destino eran los puertos de Coronel y Talcahuano cobrando más vigencia al extenderse el ramal hasta Lonquimay.Tres largas calles definen su trazado, ubicadas de manera paralela a la línea del ferrocarril, donde se sitúan la escuela, la capilla, la sede social, el reten y todo los servicios públicos con que cuenta esta localidad. Hacia el sur termina con la estación el edificio público por excelencia que marcó el desarrollo del pueblo, hasta donde llegaban los trabajadores de diversos fundos para viajar a Púa y desde alli dirigirse hasta Santiago o diversos puntos del país.
También fue el espacio de encuentro en aquellas calidas tardes de verano, donde los jóvenes tenían la única distracción de ir a darle la pasada al tren, de esta manera la cansada locomotora a vapor hacia un alto en su largo viaje hacia Lonquimay, pasando por pequeños villorrios como Villa Cautín, Rariruca, Sierra Nevada para terminar abrazada por la sierra cordillerana.
Una estructura en madera muy simple, con una gran cubierta, una secuencia de robustos pilares de pellín sostenían la cubierta que daba lugar a la galería que recorría el volumen central, espacio destinado a la espera y al encuentro otorgándole una escala mucho más humana.
El avance de estas localidades fue de la mano del tren, su paso marcaba la hora y era habitual que las dueñas de casa corrieran las desteñidas cortinas para ver su travesía, en tanto en el frío invierno era el acompañante ideal para el mate y la pausa necesaria en la tarde junto a las brasas de la cocina a leña.
La estación, una de las pocas que se conservan, ha sufrido el desgaste propio del paso del tiempo, a pesar de ello aún se conserva parte de la galería, sin embargo aquellos guerreros de madera que lucharon por mantener los sueños de sus habitantes han sido sepultado por el olvido.
Selva Oscura es uno de los tantos ejemplos del surco marcado por el tren, su semilla no solo levanto pueblos, a su paso germinaron sueños de muchos habitantes que vivían en el campo, la rural fue trazando la vida del pueblo. En sus calles era común ver carretas de madera que venían de diversas comunidades mapuches a comprar abarrotes, a la botica o bien el ansiado licor que era el brebaje necesario para enfrentar la soledad de la vida en el campo.
Estos pueblos fueron una singular mezcla de lo rural y lo urbano, de lo rustico y lo moderno que transitaba por su calles como un suspiro que solo la historia ha guardado en cada uno de sus habitantes. Vivir en ellos es asumir que el tiempo llega cansado, canoso y se sienta en el viejo andén de la estación a ver el atardecer, esperando que el viejo tren traiga de vuelta aquella esquiva modernidad.
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