Sorpresas nos da diariamente el obituario de los diarios que leemos. Fue lo que me ocurrió al advertir en la lista de los fallecidos, en un diario capitalino el reciente 20 de enero, el nombre de mi amigo Raúl Palma Vera. Uno pasa en un segundo de un estado a otro. De la sorpresa al sobresalto y de la tranquilidad al desconcierto. Uno sabe por la experiencia de años, que la muerte es una realidad, que se concreta en cualquier momento y que todos, tarde o temprano, vamos a experimentar el proceso que nos llevará a ese estado. Pero eso que es una reflexión muy racional, nos estremece en el momento de la concreción. Algo de eso viví, cuando me percaté de este deceso, a quien durante años le escuché su programa radial, primero en Valdivia, luego en Chillán. «¡Qué lindo es Chile!» era su nombre, que comenzó a difundirlo el año 1952 por las ondas de Radio Minería. El había nacido en Llanquihue en 1921. Estudió en el Instituto Superior de Comercio de Puerto Montt, donde ya como profesional de la Contabilidad, trabajó en varias empresas, lo que pronto dejó para dar curso a su verdadera vocación: a la radiotelefonía en tiempo completo.
En ese ámbito lo conocí y fue él quien me instó a colaborarle en unos programas que tenía en las emisoras «Baquedano» y «Sur» de Valdivia. Cuando el 22 de junio del año 2002, viajó desde Puerto Varas, donde residía, a mi ceremonia de incorporación a la Academia Chilena de la Lengua, me dio una gran satisfacción. Yo ya sabía que el 15 de noviembre de 2000, esta Academia lo había premiado con uno de sus galardones: el premio «Alejandro Silva de la Fuente», por el buen uso del idioma en su actividad como comunicador. En esa ocasión, fundamentó la entrega de esa distinción, el académico José Luis Samaniego Aldazábal. En su pasaje de su elocuente discurso, expresó: «...nobles causas ha canalizado a través de una auténtica vocación de comunicador y que le han valido más de 25 distinciones nacionales e internacionales, a las que hoy se suma con orgullo esta nueva distinción, que la Academia Chilena de la Lengua le entrega en justo reconocimiento a su persona, a su obra y a su constante preocupación por el buen uso del idioma». ¡Nuestras condolencias a su esposa Marioly Larrea y a sus dos hijos!
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