En una serie de editoriales de este Diario se ha estado haciendo llegar a las autoridades de Gobierno el clamor y protesta de la ciudadanía no sólo de Victoria sino de una gran porción de Malleco frente a las alzas sostenidas de los artículos de primera necesidad.
Lo que más está golpeando a la clase media -media, media baja y a los más desposeídos- es la que se refiere a la luz eléctrica que ha experimentado un alza grandiosa en un año y que anuncia otra alza no menos importante en los meses próximos. Al agua potable, a los alimentos esenciales, las carnes, abarrotes, frutas y verduras, a los combustibles de vehículos, que ya alcanzan valores que no puede soportar ningún bolsillo.
Las autoridades subsidiaron un ápice la bencina, para que esta vuelva a subir de nuevo. Francamente nos dicen atemorizadas vecinas jubiladas: «ya no nos alcanza para poder vivir». Y por desgracia están en lo cierto, porque cada día sigue menguando el ingreso. Se nos dice que nuestra economía es una de las más robustas de Sudamérica, el Ministro de Hacienda dice que todo está muy bien, al igual que lo manifiestan desde la Presidencia de la República, todos los legisladores y los jefes de los servicios públicos. Claro, es muy cómodo para ellos usar este lenguaje en los medios; si observamos que en estos meses de vacaciones cada uno de estos personajes goza de vacaciones en condominios propios a orillas de las playas o en el extranjero, con pingües «salarios ciudadanos» que llegan a alcanzar hasta los 25 millones de pesos mensuales, casi comparables con lo que percibe el Presidente Bush de EE.UU.
Los chilenos rezongamos por esto, pero protestamos con la energía que debe usarse en estos casos. Frente a estas situaciones en que se sigue empujando a la clase media hacia la pobreza, cabe preguntarse ¿si la clase más modesta de la población no vería con alegría que el precio de sus alimentos, la luz y los combustibles se les suprimieran el 19 por ciento del impuesto al IVA y del 45 por ciento del impuesto a la bencina? Las arcas fiscales se siguen llenando de valores desde inversiones en el exterior con grandes capitales chilenos, hasta las entradas del cobre que siguen siendo abultadas.
Creemos que nuestros políticos, varios; y varios más de los que han seguido «la ideología de la corrupción» (cita del senador Flores), jamás han entendido lo que es la DEONTOLOGÍA, vale decir la disciplina que vincula la actividad profesional a la ética fundamental, concretizando los compromisos morales que deben regular la conducta profesional. «Tan así de simple», diría una antigua amiga.
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