domingo, 30 de septiembre de 2012
Se nos ha ido un hombre bueno
Victoria.- JORGE EDUARDO ELUTI ELIAS, nos ha dejado pasando a decorar los ignotos espacios del Oriente Eterno. Una de las realidades ciertas de la Vida, es que tarde o temprano, todos hemos de morir, único momento en que efectivamente los humanos nos igualamos. En vida, por razones culturales, de nacimiento o de otras circunstancias, somos diversos. Cada uno se caracteriza acorde a sus particulares condiciones genéticas y del medio ambiente que le haya tocado vivir. La educación, especialmente la familiar juegan un rol fundamental en nuestra formación valórica. Lalito, Nuestro Querido Amigo, tuvo en suerte haber nacido en una Esforzada Familia de inmigrantes Palestinos, caracterizados por su Afabilidad, por ese espíritu generoso, de contemplar el pasar de la vida, siempre con alegría, con optimismo, con sentimientos de solidaridad, que les permite asumir la fraternidad como algo innato. La tranquilidad, la madurez para enfrentar la vida, sin dudas viene de su milenaria cultura. De los sufrimientos vividos para enfrentar condiciones ambientales adversas en regiones inhóspitas, desérticas en lo material, pero llenas de coraje, de fortaleza espiritual para superarlas. Lalo, felizmente para los que tuvimos en suerte compartir parte de sus vivencias, estaba adornado en su personalidad, con las mejores condiciones de sus ancestros. Fraterno, Solidario, Tolerante como el que más. Siempre atento frente al desvalido. Jamás esquivo al compromiso de la Caridad bien entendida. Nadie tocó su puerta sin una respuesta positiva. Hospitalario con el caído en desgracia o enfermedad, siempre presente, con un mensaje de esperanza, de renovación, de dar fuerzas para recobrarse, para salir adelante, en la confianza de la energía interior, lograda con el trabajo de su propio perfeccionamiento como Hombre de Bien.
Lalito se fue sin grandes aspavientos. Sin molestar a nadie. Como ejemplo de lo que fue en vida. Un Gran Hombre, pero sin ostentación. Con la Humildad, la sencillez solo propia de los más sabios. Como buen ciudadano participó en diversas instituciones de bien público, donde supuestamente los hombres vamos a aprender. En su caso fueron las instituciones y sus componentes los que se enriquecieron con el ejemplo de vida de uno de los suyos. Sabemos que el dolor nos embarga, al igual que a su distinguida familia. Nuestro consuelo agradecido debe estar en el Recuerdo, de los momentos felices que gracias a su amistad, a su entrega logramos compartir en vida, en la esperanza que tarde o temprano deambularemos nuevamente juntos, en los derroteros de la Eternidad.
Juan González Almeida
Ex Alcalde de Victoria
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