Araucanía.- (Héctor Guzmán) Estos últimos días hemos visto en Quino, a niños de no más de 14 años que llegaron a instalarse a nuestro pueblo, lo más probable es que son jóvenes de familias muy vulnerables y que seguramente han vivido en sus cortos años el abandono, la violencia y el maltrato.
Ellos viven de la hospitalidad de algunos vecinos, duermen a veces a la intemperie, vagan por el pueblo y cada vez que aparecen vidrios rotos en la escuela, en los jardines infantiles o en algún negocio del pueblo, se piensa en ellos y en otros niños de la localidad (que no sé porque motivo les gusta tanto seguir a estos jóvenes).
¿Cuántos niños y niñas viven de esta manera en nuestra comuna? ¿Cuánta preocupación hay realmente por ellos? ¿Quiénes se hacen responsables de esto?
Ellos son jóvenes que estudiaron en una escuela pública, como muchos otros niños y niñas que viven en situación de vulnerabilidad, y la escuela se ha hecho cargo de ellos, y todas, de una u otra forma han tratado de hacer lo imposible para mantenerlo, buscan estrategia para llevar una buena convivencia con ellos, se les apoya en el aula, se les da una gran cantidad de oportunidades para que logren terminar sus estudios, se busca acuerdos con los otros apoderados para que lo acepten y se pide apoyo externo. Pero hay algunos casos que nada de esto resulta, porque generalmente muchas de estas familias (y autoridades también) piensan que las escuelas son un lugar de beneficencia o de guardería mas que un lugar de trabajo, de estudio y de respeto de normas y que prepara a los estudiantes para que en el futuro mejoren su calidad de vida.
Ver a estos jóvenes da una profunda pena, mas cuando nadie valora ni apoya el trabajo que están haciendo las escuelas públicas, la que se ha convertido en el único apoyo real para que ellos no deserten de la educación a una edad tan temprana, pero a veces se hace tan insostenible la situación por la indefensión que se encuentran estos establecimientos y por la presión que imponen los demás padres que amenazan con retirar a su hijo, que se ven obligados a tomar medidas, sabiendo que se irán a la calle y quedarán abandonados a su suerte.
¿Cuántas veces vemos niños y niñas menores de 16 años en la calle el día de clases? ¿Y a quien le preocupa? ¿Alguien se preocupa que andan haciendo a esa hora en la calle? ¿Se les escucha alguna vez?
Hay personas que están terminando de a poco con la escuela pública, (acto de cobardía lo llamó un dirigente estudiantil), único espacio abierto a estos niños y niñas, único lugar donde la palabra inclusivo cobra real sentido y donde la hospitalidad es uno de sus principales valores. Esto no lo ven las instituciones que supuestamente son de protección a la infancia ni aquellas autoridades que hacen grandes discursos con la pobreza y están muy dispuestos a criticar la escuela pública, pero se hacen los desentendidos cuando hay que ayudar a estos niños y niñas que vagan por nuestras calles.
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