Victoria.- (Patricia Covili C.) En mi secreta aula frente al computador, en un escenario pequeño, silencioso y escondido, desato mi pasión por la educación; no tengo plumón, tampoco pizarra, ni tiza; sin alumnos que aviven la clase y despierten mi imaginación.
Visualizo el ayer y recorro uno a uno, en este día del profesor, tantos recuerdos guardados, alegrías que me hacen olvidar amargas experiencias y atesoro esas listas de nombres para que no salgan de mi corazón; no quiero que esta memoria mezquina las tome, ya que tantas veces deja atrás historias que se pierden, o se desarman con el paso del tiempo.
Hoy fue un día especial para mí y aunque lejos de las celebraciones, de los abrazos y risas, me reconforta saber que hay hombres y mujeres, que he resaltado en mis escritos, que son tesoros, riquezas que están por ahí repartidas, pedagogía pura, maestros en tantas materias, expertos en el aula, vidas repletas de experiencias, de agendas cargadas de formas que pueden dar soluciones a grandes problemas externos, como aquellos propios del alma, porque saben darle un verdadero sentido a lo que hacen.
Admiro a cada uno de los que he conocido y quisiera tomar tiempo de mis años y repartirlos para darles vida, para que puedan darnos luces sobre cómo debemos resolver, de una forma más efectiva, problemas sociales que son preocupantes. Sí, como aquellos hombres y mujeres de algunas civilizaciones, los maestros que la vida misma había formado y que terminaban guiando a los niños y jóvenes; haciendo de sus tropiezos verdaderas enseñanzas. Sí, sus enseñanzas no quedarán indiferentes y no quisiera se queden atrás, en el pasado, se vayan con sus años o los lleven desfilando en sus sueños.
Me alegra saber de sus existencias y añoro tanto, como espero, ese día cuando puedan formar una asociación de “profesores normalistas”. He conocido muchos, y por coincidencia o qué, hay un sello único, distinguido, hay una mirada distinta; paz e inquietudes entremezcladas, entusiasmo, deseos de ser escuchados, de que su voz no retumbe para nosotros como un eco. OH!, si pudiésemos contar con sus lecciones…
Sí, hay necesidades en la sociedad, en el sistema educativo y las soluciones, tal como una cinta guardada en un antiguo armario o en un baúl, dejamos se borren o deshagan su contenido. Aportes preciosos y valiosos, de largo currículum, o de títulos que las paredes saben muy bien cuanto atesoran; pero ello saldrá a la luz, ese día en que todos queremos hablar, hacer largos discursos, cuando ya sus oídos reposen o estén pasando el horizonte de esta vida. Si, ese día en que todo encontramos bueno del otro y cuando necesitó escucharlo, cuando su corazón aún latía y su mente estaba lúcida, nuestras palabras estaban atadas, quizás dormidas o nuestro corazón anestesiado para no comprender que necesitamos de una mano, que no somos capaces sin asesorías.
Así vamos perdiendo paso a paso, minuto a minuto inversiones que podrían generar grandes utilidades sociales, esperanzas de una vida mejor para muchos, dejando que se nos escapen de nuestras manos y sin retorno.
Como les expresé en mi artículo del día miércoles, titulado: “queridos padres- apoderados en el día del profesor”, lo reitero hoy, por si alguien estuvo ausente en mi clase:
“Queridos profesores normalistas y quienes ya están alejados de la docencia, recuerden: en la memoria los nombres pasan al olvido, se borran en las tumbas, pero en el alma y corazón, perduran las acciones positivas y pasan a formar parte de una historia que se transmite a las generaciones.”
¡Felicidades en su día!.
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