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"Como padre, le diría que cambiaran de trabajo, que no trabajaran más en la mina. Pero lo van a decidir ellos y si deciden seguir trabajando en la mina, a lo mejor no voy a dormir bien", dijo Alfonso Avalos, padre de Florencio y Renán Avalos, dos de los rescatados de la mina San José a 622 m de profundidad.
Es un sector donde a menudo la seguridad depende del tamaño de la mina "el minero no sabe nunca si va a volver a casa", resumió Jimmy Cardona, padre de uno de los mineros que estuvieron sepultados tras el derrumbe del 5 de agosto.
Pero el futuro es incierto para los 33 mineros. El grupo San Esteban, gerenciador de la mina San José, se encuentra al borde de la quiebra y los trabajadores sólo tienen la garantía de recibir el salario de septiembre y la posibilidad de alcanzar un acuerdo gracias a la intervención del Estado, que congeló los activos del grupo.
Paralelamente recurrirán a la Justicia, ya que sus familiares les reclaman a los propietarios de la mina 12 millones de dólares de compensación. A su vez van a recibir unos 2.000 dólares cada uno de un empresario anónimo y 10.000 dólares del excéntrico millonario Leonardo Farkas.
Pero incluso con los eventuales derechos de autor por proyectos de cine o libros sobre su epopeya, a la mayor parte no les alcanza para jubilarse, en particular a los más jóvenes.
Hasta ahora la única propuesta concreta de empleo que recibieron es para trabajar en una mina de Farkas también en la región de Copiapó (norte), donde se encuentra el sitio de San José.
Varios de ellos han dicho que tienen pensado volver a la mina, donde los salarios son relativamente elevados --1.000 dólares por mes en San José, unas tres veces el salario mínimo de Chile--, lo que compensa en parte los riesgos implícitos.
"Él me dijo: yo soy minero y voy a morir minero", narró Silvia Segovia, hermana de Víctor Segovia, que alimenta la esperanza de que su hermano no vuelva nunca más a una mina.
Por ahora los otros aún no han tomado una decisión, pero sus familias desean que cambien de profesión.
"Yo quiero que no trabaje más en la mina. Tengo miedo porque las minas subterráneas no son seguras. Ningún trabajo es seguro pero las minas subterráneas son muy complicadas, un derrumbe, una avalancha (...) Yo pienso que ya está, hemos sufrido bastante", dijo Omar Reygadas, padre de otro de los 33 con su mismo nombre.
Después del derrumbe ocurrido en la mina de cobre y oro los mineros permanecieron sepultados e incomunicados sin que sus familias supieran nada de su suerte durante 17 largos días, en dónde se temió seriamente por sus vidas.
A pesar de todo el sufrimiento, algunos familiares, sobre todo los más jóvenes, tienen un discurso diferente.
"No tengo miedo", dice Alejandro Contreras, medio hermano de Víctor Zamora y mecánico en una mina. "Se puede morir en la mina o se puede morir fuera de la mina. Uno tiene que trabajar donde le gusta", coincide su otro medio hermano, Cristian Contreras, también minero.
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