Señor Director y Editor:
La delincuencia se está convirtiendo en un flagelo que recorre el país provocando angustia y desesperación en las personas, que ven peligrar sus viviendas, sus vidas y sus bienes personales todos los cuales son frutos del trabajo honrado y constante obtenidos con esfuerzo y sacrificio y en el momento menos pensado les son arrebatados por delincuentes que no trepidan en ejercer la violencia frustrando las esperanzas de una vida mejor para las familias afectadas por los antisociales que los eligieron como foco de atención
para cometer sus fechorías .
La sorpresa, es que en estas pandillas actúan niños que no son imputables por los delitos cometidos, además de ser especialistas en asuntos penales, todo lo cual hace pensar que cuentan con un coeficiente intelectual alto, lo que les permite asimilar y efectuar dichas operaciones, con el máximo de frialdad y precisión.
Los estudios revelan que la mayoría de los delincuentes que roban o asaltan lo hacen por la necesidad de obtener recursos económicos para adquirir drogas adictivas y alucinógenos a los cuales generalmente son consumidores habituales, pero, también las estadísticas informan que muchos niños y jóvenes delinquen por acostumbramiento de experiencias adquiridas de sus propios progenitores que también han hecho de sus vidas una escuela del delito.
Los involucrados en la delincuencia son personas que saben que esta norma de vida les va a ocasionar mejores dividendos a un trabajo formal y los traficantes de drogas se lucran con estos jóvenes que buscan en los alucinógenos la solución a sus problemas y ellos son sus
mejores clientes en esta cadena de corrupción social.
La ciudadanía espera y con justa razón, que algún día haya más tranquilidad en los barrios, calles, poblaciones y ciudades y se vuelvan a recuperar las calles y plazas para que jueguen sanamente los niños, los ancianos puedan ver los árboles y las tardes quejumbrosas del otoño y las madres puedan pasear a sus retoños solo acompañadas por el silencio de las tardes tranquilas del verano adormecedor.
Ahora la ciudadanía está conmocionada con la secuencia y eficiencia demostrada por bandas delictivas, al desvalijar negocios establecidos mediante los alunizajes introduciéndose con vehículos, rompiendo mamparas, rejas y cuanto haya por delante y en minutos desvalijan los locales comerciales y no hay medidas de seguridad que soporte este nivel de audacia y sangre fría.
Los atracos bancarios a mano armada dejaron de ser motivos de interés y ahora arrasan con cajeros automáticos, los cuales son sacados de su base con dinero en su interior dejando a la policía perpleja ante tanta eficiencia delictiva y si no se logra evitar y disminuir esta vorágine de violencia, quizá con qué nuevas técnicas nos van a sorprender en el futuro inmediato considerando que eliminar este flagelo será imposible, por lo menos habrá que implementar planes y estrategias eficientes que permitan disminuir esta guerra desatada que
presenciamos a diario y que no nos deja vivir tranquilos.
Hugo Pérez White
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