Señor Director y Editor:
La pobreza y la violencia aumentan cada vez más, también guerras, asesinatos, muerte y violaciones. Aparecen enfermedades que son enigmas para los médicos, en una época en donde las catástrofes naturales se suceden con cada vez más rapidez y dramatismo. Las voces de los políticos son igual de confusas que las de los hombres de Iglesia, mientras que la clase media se mantiene a duras penas a flote, agarrándose a su llamita en extinción.
Contradictoriamente los sacerdotes, que están sentados sobre sus miles de millones, apelan en sus sermones, más hipócritamente que nunca, a que se hagan acciones benéficas para paliar la gran pobreza que muchas personas viven en alma y cuerpo. Para ellos las enseñanzas del Nazareno hace tiempo que se han quedado por el camino, en su lugar han colocado dogmas, ritos, sacramentos y cultos. Pero esto no impide que muchas personas levanten la voz con cada vez más fuerza y reconozcan: "¡Así no se puede seguir!”. Y efectivamente así no puede seguir, ya que la Tierra no da más acogida al pueblo saqueador que agota la Tierra y tortura a los animales de la forma más cruel.
Ya Jesús de Nazaret profetizó y advirtió con sus palabras a la humanidad del final de este mundo y desde hace más de 30 años el Espíritu de Cristo se manifiesta a través de su instrumento y advierte de nuevo a la humanidad de este tiempo, de lo que ya habían anunciado muchos profetas que tendría lugar si la humanidad no cambiaba su comportamiento.
Este tiempo está ahora ante las puertas de muchas personas y aquí y allá ya ha traspasado su umbral. Una cosa es segura: La Tierra se está purificando y los signos ya anuncian la tormenta.
Las Iglesias institucionales no han tomado en serio las palabras de Jesús, como tampoco lo han hecho con Su Sermón de la Montaña, que es la excelsa enseñanza que proviene de los Cielos, del Reino de Dios. Los varones sacerdotes, representantes de una religión que está más exteriorizada que nunca, instaurada al amparo de las sombras de este mundo y coronada con la corona del ego, han desechado al Sermón de la Montaña de Jesús como una utopía, lo que en parte es acertado: puesto que este mundo, el mundo materialista, brutal y cruel no tiene nada que ver con el gran maestro de la Sabiduría, Jesús y con Su Sermón de la Montaña, con la única enseñanza que podría renovar a este mundo. Pero la verdad vence. ¡El Sermón de la Montaña se puede vivir! De las ruinas de este mundo emerge una nueva época, de la que surge la era del Cristo de Dios, que es la vida del Sermón de la Montaña, el ancla de salvación para la nueva Tierra y para las personas que se dejan salvar por Jesús, el Cristo.
Juan Lama Ortega
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