Victoria.- Iván Agüero Coronado, profesor de Historia y magíster en Educación El poder político en democracia se alcanza en las elecciones y por tanto se juega allí también la alternancia o no del poder. La discusión acerca de lo bueno o adecuado que resultaría para la democracia chilena la alternancia en el poder, creo no ha sido claramente abordada, pues pareciera que la ciudadanía quedara ajena y sólo formaría parte de un permanente discurso político contingente.
El poder político lo otorga la soberanía popular y es la mayoría de la ciudadanía la que lo delega a sus representantes, mientras la minoría lo reconoce como tal, es decir, la alternancia en el poder no es buena ni mala en sí misma, sino el deseo permanente y legítimo de quienes no tienen el poder.
La alternancia en el poder, que implica que quienes constituyen la oposición política en algún momento, asuman el poder y, por tanto, que quienes lo ostentan se transformen en oposición, se debe ganar en las urnas y para ello se requiere del favor de la mayoría ciudadana, lo que obviamente no es un detalle, sino un contundente hecho político.
En otros términos, la lucha por el poder político entre los que lo poseen y quiénes lo desean, siempre será dura, difícil y compleja, pues lo que está en juego es el derecho a dirigir los destinos de un país, de una comunidad, de una institución o de alguna organización cualquiera, es decir, donde haya poder, siempre habrá una pugna por mantenerlo y/o por alcanzarlo.
Estimado ciudadano lector:
La alternancia en el poder depende fundamentalmente de los electores y es a ellos a quienes se debe conquistar, persuadir, convencer, lo que corresponde como tarea a los candidatos y a sus partidos políticos. A su vez, será responsabilidad de los electores a quienes elijan y por tanto, los riesgos de rechazar o apoyar la alternancia. Así es la democracia.
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