Victoria .- (Julio Muñoz Villa, Docente Escuela de Derecho; UNAP Sede Victoria) La felicidad embriaga a Chile luego de conocerse que los mineros de San José se encuentran con vida a más de 700 metros bajo tierra. Sin duda, que este 2010, año de celebración oficial del mal llamado Bicentenario patrio, estará marcado por las consecuencias físicas y psicológicas que nos han legado dos desastres en menos de 6 meses.
El sorpresivo movimiento telúrico del 27 de febrero y, el absolutamente evitable desmoronamiento de un yacimiento minero sobre 33 trabajadores. Pues este último, no ha sido un accidente ni un hecho totalmente atribuible a la naturaleza, sino que la previsible consecuencia de una serie de errores y negligencias en los ámbitos de decisiones públicas, laborales y de seguridad.
Así, la polémica cápsula del tiempo, que se abrirá al Chile del 2110, deberá hacer el espacio suficiente entre el indio pícaro y el perro Lipigas, para cobijar por un lado, las imágenes del artesano de Constitución con la sucia, destruida y terremoteada Bandera chilena y, por otro, la del fantasmal y esperanzador rostro de uno de los mineros sepultados, hasta ahí, ya por 17 días.
Pero quizá aquello no sea suficiente para dar a entender a nuestra descendencia los miedos de hoy. Estos reflejados en un país de armónico cuyo interés actual radica ciegamente en el crecimiento económico, abandonando a su riqueza más valiosa, su pueblo. Por eso no deja de llamar la atención el desafiante silencio de los dueños de la Minera San Esteban, durante la búsqueda y, las palabras vertidas por su Gerente General don Alejandro Bohn, quien luego de conocer la noticia expresó, entre otras declaraciones, que este no era el momento para asumir culpas ni para perdonar.
Ante ello y, desde una visión puramente republicana y democrática no queda más que emitir un total rechazo. Hoy más que nunca se requiere una investigación seria y transparente sobre los hechos que ocasionaron dicha tragedia. Hoy más que nunca la determinación de responsabilidades. Esperemos que no suceda lo mismo que con el 27/F, ya que a casi 6 meses de aquella catástrofe, todavía no tenemos claridad respecto a la responsabilidad que le cabe al gobierno de aquel momento por los saqueos y desórdenes provocados en las zonas azotadas por el terremoto.
Estimados, una sociedad no se denomina moderna sólo por sus crecimientos económicos o su aceptación en grandes organizaciones internacionales. Tampoco por el perfeccionamiento de las instituciones democráticas representativas, sino sólo cuando se hace partícipe reflexiva de los grandes debates sociales. Para ello la transparencia en la información disponible y el acceso a ella por parte de toda la población es fundamental. Sin duda que aquella es la vía apropiada para la generación de una sociedad más inclusiva, libre, fraternal y tolerante.
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