Victoria.- Inesperadamente, el pentagrama de tu teclado, se ha cubierto de lágrimas; lágrimas de tus amigos coristas que lloramos tu repentina partida. Ayer tu alegría nos acompañaba en cada jornada, en cada ensayo y en cada concierto.Con maestría y precisión seguías los arreglos por Humberto preparados, haciéndote cada vez más imprescindible. Tu teclado está silente, nuestras voces también y al volver la vista a lo alto, entre brisas y entre nubes nos parece ver tu rostro interrogando…¿Por qué? Te escuchamos y no tenemos las respuestas. Sólo Dios lo sabe. Él con su mirada plena de sabiduría y misericordia, seguramente te dirá:” Me hacías falta aquí, en el cielo, junto a otros como tú que en la tierra cantaron contigo.”
Es difícil aceptar y comprender los designios de Dios, pero no es menos cierto que al recordarte hoy a través de estas línea, saber que fuiste felíz en el Coro de Profesores de Victoria, donde fuiste querido y admirado, donde conociste el amor, donde forjaste amistades que hoy te extrañan y te lloran que siempre te recordarán, en cada nota, en cada melodía que entonen, en la cual ya no estarás.
Cantaste, disfrutaste, reíste y quizá tal vez lloraste junto a nosotros. Ahora, hazlo Allá, donde están los privilegiados, los convocados por designio divino, donde el tiempo es infinito, donde no se llora, donde sólo se es feliz.
Raúl, tu música, tu canto se quedan con nosotros, entrelazados a una pena muy grande, que sólo mitigaremos recordando tu alegría de vivir.
Y cada vez que el sol bese el horizonte y las estrellas abracen la luna, habrá una que rutile cual oro en el cielo, sabremos que eres tú, que nos sonríes y nos dices: ” gracias por haberme querido, por haber sido mis amigos.”
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