Señor Director y Editor: Leyendo las reflexiones y consideraciones tomadas por el Presidente de la República de considerar inconveniente para el país hablar de este tema en estos tiempos, no puedo dejar de pensar en aquellas personas que de una forma u otra han logrado escabullir la justicia y la cárcel y seguramente se pasean felices, como lo expresaron a nosotros en el tiempo en que fueron nuestros torturadores.
El capitán Steinar y el teniente Fuentes fueron los encargados en Angol de encarcelar y torturar a su propia gente, naturalmente secundados por los mandos menores y que muchos de ellos no alcanzaban a comprender la razón de tanto salvajismo cuando ellos trataban de llegar con una pequeña palabra de consuelo o aliento.
Estos oficiales fueron los responsables y encargados de las desapariciones de personas que tenemos en Angol y de las torturas sufridas antes de que fuéramos sometidos al Consejo Militar farandular.
Esto se ha mantenido en un silencio en mi Angol, desde la primera vez que se me autorizó entrar al país después del año 1973, nunca he escuchado de alguna autoridad o de alguna de las personalidades de ese tiempo referirse al tema.
Estos señores oficiales no habrían tenido la posibilidad de algún indulto si hubiesen tenido que asumir sus faltas y seguramente se siguen paseando por ahí o cuidando caballos en alguna finca boliviana, como me lo expresó el propio capitán durante el "interrogatorio", mientras nosotros nos seguiríamos pudriendo en la cárcel.
Solamente queda que la conciencia no los deje vivir tranquilos y en donde no existe el indulto ni el perdón.
Señor Director y Editor, dicen que el tiempo es una buena medicina para perdonar. El odio nada engendra, dicen por ahí también y que sólo el amor es fecundo y estoy de acuerdo, porque el odio sólo mantiene las heridas abiertas y eso tampoco es bueno.
¿Cómo podremos perdonar cuando los culpables no han pedido perdón y se han esfumado escapando a su responsabilidad?
Estoy de acuerdo con el Presidente en que no es el tiempo para este tipo de acciones, el de indultar en forma masiva, pero en lo que si estoy de acuerdo es que todo aquel que cometió una fechoría la tiene que pagar para que así su propia conciencia lo pueda indultar.
Flaminio Arriagada Jiménez
Bergen, Noruega.
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