En la reciente presentación del libro «Reforma de los partidos políticos de Chile», el ministro Secretario General de la Presidencia y los diputados Paya (UDI) y Walker (DC) se refirieron a las órdenes de partido, que hoy se encuentran prohibidas por la Ley Orgánica de Partidos Políticos.
Mientras los parlamentarios se mostraron, con algunas diferencias, reacios a permitir su reinstauración -contemplada en el proyecto enviado para ese efecto por el Gobierno al Senado-, el ministro rechazó la autonomía que se auto atribuyen los parlamentarios y defendió con fuerza la renovación de la orden de partido. A su juicio, se ha ido asentando la «idea de que el parlamentario es como un señor feudal que depende directamente de sus electores y que tiene un principio de legitimidad autónomo al del partido que lo colocó en la lista, y también respecto del Presidente de la República».
Las órdenes de partido existieron en nuestra práctica parlamentaria hasta 1973. En marzo de l987 se publicó la actual normativa, que vino a enmendar una situación que, a juicio de distintos mandatarios, vulneraba la esencia misma de la representación popular. Ésta -sostienen los críticos de dichas órdenes- opera de verdad cuando quien participa en la elección del parlamentario es luego representado por éste a cabalidad, con transparencia y responsabilidad.
Así lo planteó en 1970 el entonces Presidente Eduardo Frei Montalva en su último mensaje presidencial. En él reconoció que los partidos políticos son necesarios para dar riqueza creadora al debate ideológico en el que se definen los grandes objetivos nacionales. No obstante, denunció también el peligro cívico que se configura «cuando directivas de partidos, muchas veces de composición anónima, predominan sobre la voluntad de los hombres que han recibido un mandato público y responsable a través de la elección popular, con reglas fijadas por la Constitución y las leyes», y transforman la mayor parte de las votaciones no en decisiones del Congreso, sino adoptadas fuera de él, por «quienes no tienen ni puede exigírseles responsabilidad alguna». Para graficar su pensamiento al respecto, Frei Montalva concluyó: «Si en el pasado un pensador chileno habló de la fronda aristocrática, hoy el país está amenazado por una fronda feudalista».
Es ésta una materia debatible, y puede argumentarse a favor y en contra de tales órdenes, según se priorice la institucionalidad de los partidos o la persona del parlamentario que recibió el voto ciudadano. De decidirse modificaciones al respecto, debería tener lugar, sin precipitaciones, un exhaustivo análisis previo.
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