Santiago.- Luego de percatarnos -a través de los medios de comunicación- en todo el mundo de tanta tragedia en contra de la humanidad, a partir de sucesos climatológicos, telúricos y de distinta naturaleza que en el último tiempo han venido azotando a las más diversas zonas del planeta.
El cambio climático. El efecto invernadero. La sequía y tantos otros fenómenos - que por años han venido vaticinando los científicos - poco a poco se han venido cumpliendo. La temporada de huracanes en Norteamérica ya no es privativa de esa septentrional región del mundo.
Hoy, vemos que ese tipo de eventos ya se han registrado en el propio Atlántico Sur a la altura de Brasil y en nuestra vecina Argentina, dejando un importante número de damnificados, desolación y muerte. En Europa por ejemplo, no era común que se registrasen terremotos. Hoy en la propia península Ibérica el sentir de la tierra ha sacudido vastas extensiones con las mismas consecuencias. Los especialistas ven con espanto cómo la temperatura del globo terráqueo continúa en alza, tanto que ya se atreven en graficar que ciudades como Londres y los Países Bajos - Holanda y Bélgica - quedarán bajo las aguas. El sudeste asiático también correría igual suerte. La propia Nueva York, en los Estados Unidos de Norteamérica, no se libraría de tales efectos. Se dice que la Gran Manzana en más de la mitad de su extensión quedaría sumida bajo las aguas de los océanos, los cuales -al actual ritmo de calentamiento global- verían aumentados sus niveles de agua en más de seis metros de altura. Lo anterior debido al derretimiento sostenido de los casquetes polares. El retroceso de los glaciares.
Efectos que ya se han palpado y certificado en Groenlandia -por el norte- y nuestra propia Antártica. Regiones en que con horror se han producido sendos desprendimientos de inmensas extensiones de hielos eternos y que han comenzado a flotar a la deriva con los riesgos que ello implica. Es por todo lo anteriormente expuesto que nos preguntamos ¿Cómo Dios no nos va a querer? Ello a partir de percatarnos que nuestro país - a parte de registrar un historial sísmico- está libre de sendas calamidades naturales como las ya expuestas.
Por eso creemos -los que creen- que Dios está con nuestra Patria y más aún con la Región de La Araucanía. El altísimo está con nosotros. Todos los climas. Todas las estaciones. Un amplio mar. Una cordillera que no solo es límite natural sino además barrera natural contra tanta plaga y enfermedades. Grandes reservas de agua dulce. Lagos. Termas. Ríos. Campos y desiertos. Islas y fiordos. Todo se conjugó en nuestro país, de ahí que debemos estar agradecidos de vivir en él. Lejos además del flagelo del terrorismo, tan habitual en otras latitudes del orbe. ¿Cómo Dios no nos va a querer? Al protegernos de tantos avatares naturales de gran envergadura que a diario y constantemente vemos y oímos en todos los noticiarios de los medios de comunicaciones tanto nacionales como internacionales. Inundaciones. Guerras. Hambrunas. Enfermedades perennes. Sequías eternas. Son tantos los registros que los propios -aunque insoslayables- son decididamente de menor magnitud e incomparables a los mismos. Por eso volvemos a insistir en que estamos convencidos de qué sí Dios nos quiere. Contamos con una Nación que avanza a su primer Bicentenario. Que se proyecta a un futuro con renovados bríos. Que decididamente lidera y destaca en la Región. Es por eso que al Altísimo le pediremos que también se acuerde de nosotros y nos prodigue autoridades dignas de su envestidura. Capaces. Leales. Transparentes y por sobre todo dignas. Por todo eso también debemos ser agradecidos de Dios y de su gracia, la que esperamos que siga dándose y quedándose en esta querida Patria llamada Chile y de una Región hermosa como la de La Araucanía.
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