miércoles, 30 de abril de 2008
Darwin: Humillación del ser humano
Hoy día sabemos que el ser humano posee casi 32.000 genes. El que sean 32.000 y no 100.000 como se había esperado, no modifica nada en el hecho de que todas estas informaciones llevan a una red increíblemente compleja, de cuyo conocimiento y desciframiento estamos aún infinitamente alejados. Las interacciones entre millares de genes, y -en el cerebro- de hasta decenas de millares de genes y de todos sus productos hacen imposible, por ahora, todos los intentos de producir, mediante diseño genético, seres humanos con las cualidades deseadas. El «ser humano a la medida» no es sino una insensata fantasía de omnipotencia. Lo asevera Jens Reich / Die Zeit en Kulturchronik, quien agrega: la elucidación científica del genoma crea las condiciones imprescindibles para la investigación hereditaria de la historia evolutiva del género humano. Más del 98 por ciento de nuestro genoma es idéntico al de los chimpancés. Un cotejo de los elementos decisivos y relevantes del gen nos ayudará a resolver un enigma fundamental de la biología humana y de los primates. Quizá sean sólo algunos cientos de genes los que nos separan de nuestras simpáticas variantes de las selvas. Los seres humanos tenemos también algunos centenares de genes de las bacterias Sorpresa ésta verdaderamente enorme. Entre ellos hay algunos de gran importancia que por ejemplo sirven para la desintoxicación del organismo. Las bacterias son auténticos maestros de la desintoxicación. Es de suyo sorprendente lo permeable que ha tenido que ser la frontera de las especies en el largo curso de nuestra evolución. Nuestro genotipo encierra cientos de miles de genes llamados transposones; «genes egoístas» dotados de la capacidad de multiplicarse en el genoma con renovada astucia. También los virus se han afirmado sólidamente en los cientos de miles de copias, pero de otro modo a como hace, por ejemplo, el virus del SIDA, que puede introducirse en la masa hereditaria de las células sanguíneas, los virus son ya desde hace millones de años los subinquilinos de nuestro organismo, y presumiblemente inactivados. Por lo demás, nosotros apenas poseemos más genes que criaturas tan prosaicas como las moscas de la fruta o los gusanos nematodos. Tras de la radical humillación del ser humano llevada a cabo por Darwin, que nos hizo parientes de los monos, éste pudiera ser el golpe definitivo para todos aquellos que quieren hacer del ser humano la cima y corona de la Creación. Si es preciso, podemos reivindicar el hecho de que sobre todos nuestros semejantes es capaz de generar estructuras incomparablemente más complejas, de sus 32.000 genes, que las ya citadas «máquinas de reflejos», cableadas de forma fija, que son los animales. (Diderot)
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