La inflación está atacando fuertemente a nuestro país, y es que el fenómeno económico que se caracteriza cuando la cantidad de moneda circulante es superior a la de los bienes, inclusive servicios disponibles. En otras palabras los precios se elevan cuando la moneda ha perdido poder adquisitivo, cuando la producción es inferior a las necesidades del mercado, cuando la distribución de los artículos es deficiente o porque situaciones de monopolio eliminan loa libre concurrencia. En tales circunstancias quienes cuentan solo con rentas fijas, como sueldos, salarios o pensiones, resultan afectados de inmediato y tiene que reducir su nivel de gastos. Quienes han comprado al crédito ven con mucha preocupación el problema que se les sigue viniendo encima. La morosidad en el pago de los créditos acarrea situaciones financieras desastrosas para los comerciantes, quienes a su vez tampoco pueden hacer frente a sus compromisos frente a terceros; los que a su vez, por imposición de las circunstancias tan difíciles buscan apoyo en los bancos comerciales, quienes, suben las tasas de interés encareciendo aún más los productos. Es una larga cadena, que en algunos casos, y más que algunos ha llevado a la quiebra a muchas empresas, inclusive bancos, como ocurrió en la década de 1980, en que el gobierno militar les tiró salvavidas a estos con fondos del reajuste de pensiones que año a año alcanzaba al 10,6%; que los jubilados dejaron de percibir y que el Banco Central abonó en sus arcas. Esta fue llamada, deuda subordinada que aún algún banco comercial está pagando a largo plazo con término el 2025 (los jubilados... ¡perdieron!).
La inflación de hoy se manifiesta con mayor fuerza en los altos precios del transporte, los combustibles, la luz, el agua, los alimentos, los arriendos; lo mínimo para vivir. El Estado a través del gobierno, - con una ceguera o porfía sin igual - no ha querido eliminar ciertos impuestos que afectan con mucha fuerza al consumidor; el de los combustibles y el IVA a los alimentos, frutas, verduras y carne, por poner un caso, lo que ha generado malestar en la ciudadanía de clase media baja y en la clase trabajadora en general. Este malestar se hace más patente frente a las próximas elecciones municipales. Se suma a ello el alto precio y las alzas continuas de los medicamentos. La población no quiere subsidios, pero sí que pueda darse cumplimiento a la eliminación de los impuestos señalados. Productos como la bencina, el agua y el IVA a los alimentos está creando desesperanzas, las que podrían corregirse. No es justo que doña Juanita tenga que pagar hasta 1.200 pesos por el kilo de pan integral, pagándole del total, doscientos pesos de impuesto al fisco. Ello sigue siendo torturante.
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