viernes, 30 de mayo de 2014

Columna de opinión : “Los niños de hoy”, por Karina Spuler, Psicóloga

Victoria.- Esta es la primera columna en la que esperamos abordar importantes temáticas en la vida familiar y parental de hoy, desde una mirada personal y también por qué no, profesional, en donde intentaré plasmar algo de la realidad cotidiana y dar orientaciones útiles para el manejo de problemas en nuestras relaciones con los demás y especialmente con nosotros mismos. Cada vez que reflexiono sobre las diferencias entre generaciones, llego a la misma conclusión: somos bastante parecidos en nuestras necesidades básicas y en las posibilidades para satisfacerlas. Sin embargo, existen características distintivas de los niños de hoy que los hacen diferentes de como éramos nosotros, los ya del “siglo pasado”. La primera característica es que los niños de hoy viven en un mundo tecnológico, en donde el uso de tablets, computadores, consolas, celulares, entre otros, se ha naturalizado como un objeto más dentro de la vida familiar, llegando a ser una necesidad vital para el desarrollo de áreas tan diversas como la entretención y el aprendizaje. Esta característica, si bien facilita la ajetreada vida de los padres sin tiempo y sin mucha energía, conlleva a que nuestros niños sean personas que tienden a aislarse de la vida cotidiana, dejando de lado importantes tiempos de convivencia y cercanía con padres y hermanos, cuyas consecuencias se pueden ver en una falta de comunicación eficaz, siendo un campo peligrosamente fértil de conflictos mal resueltos (le habrá pasado que al decirle a su hijo por tercera vez que haga algo este no ha despegado su mirada del celular y a usted le ha aumentado su enojo?) No estoy en contra de la tecnologia, pero creo que cuando tiende a invadir la vida personal, social y familiar de las personas, comienza a limitarnos en nuestras características humanas: el respeto, la empatía, el apego… etc. La segunda característica, es que nuestros niños cuentan con un abanico más variado de posibilidades para sus actividades extra-programáticas, en lugares externos a su entorno cercano (casa, población) y a la vez se restringen las actividades en sus lugares cercanos. En mis “tiempos” recuerdo que mis actividades cotidianas eran jugar en el barrio donde vivía con los vecinos a cualquier cosa que tuviéramos o pilláramos (usualmente a descubrir los chanchitos de barro que había debajo de las piedras). Hoy, en cambio, los niños ya casi no se ven en las calles – cosa que me parece una seguridad mayor frente a los riesgos que en estos tiempos van en aumento- jugando a la pelota o al “ring raja” – cosa que también es una buena señal para los vecinos cansados de ir a abrir y ver al cabro chico corriendo con cara de maldad. Ahora se dan más instancias de disfrute en lugares como el mall, el cine, comer en el McDonalds, jugar a la play en un ciber con desconocidos, entre otros, instancias que usualmente necesitan de gastos de dinero importante – que si bien como padres no pensamos cuando vemos la cara de felicidad de nuestros niños- pero que conllevan en cierta medida un valor agregado al dinero y la dificultad de disfrutar de cosas simples. De repente veo a padres acomplejados con las vacaciones de invierno, sintiendo un estrés importante respecto a la utilización del tiempo libre de sus hijos, evitando a toda costa que se aburran. Ahora, yo me pregunto ¿Es tan malo que los niños se aburran?, ¿Es tan malo disminuir la sobre-estimulación con la cual viven nuestros niños?, ¿Será acaso que creemos que los niños no podrán disfrutar de cosas simples?, ¿Será que creo que mi casa es un ambiente hostil del cual tenemos que arrancar cuando podamos?, ¿Será que yo no le he dado el tiempo y espacio para descubrir la importancia de estar en familia, de vernos a la cara, de al fin y al cabo disfrutar de lo que tenemos y no buscar externamente lo que no tenemos? Yo al menos no creo que seamos tan distintos de las generaciones nuevas, creo que nos hemos olvidado que si bien la modernidad nos ha entregado posibilidades interesantes de incorporar a nuestras vidas, no hay que perder lo básico, los valores de humanidad que siguen ahí, esperando a que le demos una oportunidad de reencontrarnos y de conectarnos con nuestra infancia y así con nuestros niños de hoy.

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