miércoles, 17 de noviembre de 2010

Pueblos originarios

Victoria.- (Gabriel Servantí) Una amiga muy querida me hizo llegar un interesante “mapa etnográfico” de Chile, que fue para mí, una doble sorpresa, porque no soy un estudioso de las etnias chilenas y por “enterarme”, de golpe, así nomás, de mi ignorancia: son, nada menos que DIECISIETE los pueblos originarios, con “derecho” a exigir la devolución de sus tierras.
Creo que nadie puede dejar de reconocer, que la mayoría de estos pueblos se han extinguido o viven en condiciones más que modestas, incluso en la pobreza, por lo tanto, es justo y necesario encontrar una solución a este gran problema, que no es sólo de Chile, sino de toda América, especialmente de América Latina..
Devolver todas las tierras a sus anteriores dueños es imposible, por varias razones, fáciles de comprender: en primer lugar habría que expulsar del territorio a todos los chilenos, no “originarios” y mandarlos a colonizar de nuevo (África, por ejemplo), expropiando sus pertenencias, sin pago alguno, a otros nativos. Esa nueva ubicación habría que tomarla por la fuerza, pues no habría con qué pagarla (en otro lugar de la tierra, si existiera ese lugar, habría que hacer lo que los españoles y portugueses hicieron en América, a partir del siglo l5). Otro inconveniente, bastante mayor es, que yo sepa, no quedan territorios por descubrir o que sean aceptables, para instalar a los expulsados de Chile. No serían deseables desiertos, ni polos Sur o Norte (sin mencionar a la Luna o Marte).
En el caso de Chile, el problema se limitaría, por el momento, sólo a parte de las provincias de Malleco y Cautín, las tierras en conflicto, que habría que repartir entre araucanos o mapuches y pehuenches o puelches. Pero podría producirse una “reacción en cadena” y peticiones de muchas otras etnias.
Los problemas económicos no sólo afectarían a los expulsados, sino también a los nuevos propietarios, ya que quieren dejar de ser chilenos. Una “nación” araucana sería un desastre político y económico de proporciones, incalculables. Chile volvería a quedar cortado por la mitad, sin ferrocarril (de todas maneras ya falta poco para que esto suceda) y sin caminos, porque no sería justo mantenerlos o hacerlos en “otro país”. Esa nueva nación tendría, para sus habitantes, una fugaz bonanza económica, muy efímera, de poca duración (eso se probó con la expropiación de fundos con plantaciones de pino que, una vez explotados, los campos fueron recuperados por sus antiguos propietarios, sin pinos y sin cultivo alguno). Creo que la antigua cultura mapuche necesita actualizarse, modernizarse, lo que es un proceso lento y muy costoso. Se necesitarían muchas escuelas, muchas más, con profesores que hablen el idioma y estén realmente interesados en el progreso de la etnia, rescatando lo positivo de su cultura y desechando lo que se considere negativo e impida una “modernización” absolutamente necesaria.
Está bastante claro que la cultura occidental, europea, no ha asegurado la felicidad de los pueblos conquistados y que, en la mayoría de los casos, se ha logrado a medias y con muchos “dolores”, su incorporación y su relativa aceptación. La situación actual es insostenible, no es justa y es peligrosa. Parece que se está esperando que haya, por ambos lados, varias muertes, para tomar el asunto en serio.
Ayudaría algo tratar de impedir la entrada de dinero de los “ingenuos de buena voluntad”, que financian desde Europa, las guerrillas y los actos terroristas en general, en toda América, por ignorancia o con fines de difícil comprensión. Algunos fanáticos del Islam están pagándoles, en este momento, con la misma moneda y por razones parecidas, no solamente por diferencias de tipo religioso. Situación nada de agradable si pensamos, negativamente que, para defendernos, la solución está en tener un par de escopetas de repetición, en cada hogar. Creo que los “terroristas” también tienen deseo de vivir en paz y en condiciones aceptables. La forma de querer obtenerlas es, sin duda alguna, muy errada y peligrosa.

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