lunes, 19 de octubre de 2009

El Bullying en la Educación

Victoria.- (FEDOR DUFEY, Profesor) El bullying, nuevo término que habría que agregar al diccionario, viene a ser sinónimo de acoso, matonaje, victimización, amenaza, hostigamiento, etc., el cual se ha entronizado en nuestros establecimientos educacionales, en la que un escolar o un grupo de ellos ataca a otro u otros, comportamiento violento que es característico de una sociedad en crisis de valores y que escapa al control de la jerarquía. Es producto que tiene vinculación con situaciones de conflicto y cuya agresividad va en aumento en forma ya preocupante, y cuya finalidad es producir daño, burla, humillación, destrucción, etc. Ya no es un mero enfrentamiento entre los que intimidan, los cuales presentan una fuerza mayor, ofensiva y violenta no sólo física sino también humillante e incluso sicológica, y para peor en forma reiterada. La intolerancia juega un papel preponderante en estas conductas tan agresivas y discriminatorias, en la cual el respeto y la capacidad de reconocer y aceptar la diversidad hace imposible que la violencia no se introduzca con tanta severidad y agresividad.
La raíz de este problema pareciera ser que está en la formación de los niños y adolescentes en especial, donde la familia juega un rol categórico, y en que la agresividad se va haciendo cada vez más evidente y cuyos valores van siendo aplastados por la vorágine de esta vida cada vez más exigente, competitiva y altamente injusta. Ya no es un problema aislado, cada vez más se va agudizando esta problemática que no sólo ya abarca a los estudiantes sino que a toda la comunidad educativa en su conjunto, traspasando las fronteras de los establecimientos para radicarse en la misma sociedad que poco o nada hace para revertir esta situación.
Hay que reconocer que los casos de agresiones física o sicológica entre estudiantes no disminuyen; al contrario, todas las señales sugieren que en muchos colegios dichos niveles de agresividad se han ido agudizando y pareciera que no se toma conciencia al respecto. Las autoridades tanto educacionales como políticas prefieren eludir el problema y esperar que por decreto o por un milagro las cosas vuelvan a su normalización, lo cual no es bueno para la convivencia y paz social.
Detrás de cada agresión, sea ésta contra profesores e incluso contra sus propios compañeros, existe un evidente deterioro familiar, donde la incomunicación entre padres e hijos es manifiesta, por lo general asociado a las drogas, el alcohol, la prostitución y otras lacras de nuestra sociedad.
Finalmente, también tienen cierto grado de incidencia en esta problemática el excesivo número de alumnos por curso, llegando incluso en algunos establecimientos sobrepasar los 40 por aula, lo que es tremendamente antipedagógico y que no se resuelve sólo con medidas coercitivas. Es hora aún para remediar este problema que tiene una inmensa variedad de aristas.

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