jueves, 12 de enero de 2012

El Presidente y sus partidos

Santiago.- (Gonzalo Müller) SORPRESA causó en algunos la reacción de los partidos oficialistas, en la reunión sostenida en la casa del Presidente Sebastián Piñera el pasado lunes, frente a la supuesta carta de navegación del gobierno que contenía tanto una reforma tributaria como una al sistema electoral binominal. Ante ambas, la respuesta fue la misma: que las prioridades del gobierno debían ir por lo social y no por otro lado.
Pero más que la sorpresa, lo que llama la atención es por qué el Presidente se expone a esta situación, siendo que las posiciones de los partidos que lo apoyan y lo llevaron a La Moneda eran conocidas y hoy hacen valer su voz y le dicen que mientras no exista un consenso y acuerdo al interior de la coalición no debería pretender avanzar en estas materias, convencido por quien creyó que el apoyo surgiría natural, y no que se supedita a la revisión de proyectos y a la explicación de para qué se quieren hacer estos cambios. Se olvida, al parecer, que quien debe explicar es el que cambia de opinión. En esta escena, que sin duda debe haber sido de máxima tensión e incomodidad, se manifiesta de manera clara el tipo de relación que hoy por hoy tiene el Presidente Piñera con sus partidos, basada en dos circunstancias concurrentes. Primero, que en ambos casos se trata de proyectos que estarían fuera de su programa de gobierno y, por lo tanto, sólo están en el mundo de lo conversable, pero no exigible; en segundo lugar, ambas reformas son vistas por muchos como medidas en las que el gobierno aparece forzado a conceder y sin una real convicción. Es el diagnóstico y el pragmatismo de Palacio el que a la luz de los hechos no parece ser compartido por sus partidos. En esto tanto la UDI como Renovación Nacional han actuado unidos, a pesar de que entre ellos existen tanto en lo tributario como frente al binominal miradas y matices distintos, pero lo han hecho juntos bajo la convicción de que en este año electoral, y frente a una oposición que se ha ido convenciendo de apostar por un obstruccionismo permanente, sólo priorizando la agenda social que tiene mayores probabilidades de ser aprobada puede lograr concretar aquellos proyectos que sí estaban comprometidos en el programa de gobierno. Se dice, con razón, que para ser gobierno y ejercer el poder, se requiere de altas dosis de pragmatismo, que permitan construir acuerdos y avanzar, pero también se requiere de convicciones y principios que orienten no sólo a los que ejercen el poder, sino aún con mayor claridad a quienes han depositado ese poder en sus hombros, única manera de que esa confianza permanezca y se fortalezca. El solo pragmatismo no entusiasma ni convoca; lo que ha fallado es la correcta definición del por qué considera necesarias y positivas estas reformas. Convencer y entusiasmar a los propios es una materia en la que este gobierno no ha logrado aún encontrar el tono. Para un gobierno como el del Presidente Piñera, que tiene una agenda económica y social que incorpora desde la creación de empleo, la defensa del consumidor hasta el ingreso ético familiar -todas las cuales cuentan con el apoyo y la confianza de sus partidos-, aparece llamativo que en estas materias siga sintiéndose en falta.

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