domingo, 10 de abril de 2011

Historiador envía carta publica a concejo municipal

Lautaro.- (Héctor Alarcón Carrasco)Cinco años ha que he llegado a vivir a estas tierras, donde la historia y la poesía se mezclan con vahos de sutil presencia colonizadora. En estos pocos años he podido apreciar el completo abandono urbanístico de nuestro primer paseo público: la Plaza Aníbal Pinto. Hablar de césped es mucho, sólo un pasto rústico sirve de precaria alfombra para dar una visión verde a todo el conjunto.Árboles frondosos ayudan a soportar el calor de los visitantes en verano, pero una serie de ellos, como las palmeras ordinarias que se proyectan sobre los “jardines colgantes”, dejan entrever la poca originalidad de quienes han tratado de introducir ese tipo de ornamentación en la plaza.Bien por las araucarias y otros árboles nativos que en algo colaboran en dar un tinte sureño al paseo. ¿Acaso no hay algún tipo de flores para ornamentarlo?Sin embargo, los remedos de “jardines colgantes”, verdaderos bunker de cemento, demuestran la falta de gusto del “Urbanista Valenzuela” que los mandó a confeccionar.Estos adefesios no hacen otra cosa que ocupar terreno sin ninguna utilidad práctica, quitando a los visitantes una gran área que podría ocuparse para diversión de niños y adultos mayores.Y qué decir del “Odeón” o “kiosko”, cuya construcción no es fea, pero jamás he visto que haya tenido una utilidad práctica. Es posible que hace muchos años atrás haya servido para que la banda Municipal o del Regimiento dieran algunas retretas interesantes, pero hoy está completamente obsoleto. Es más, sólo he visto que sirve para que los obreros municipales guarden sus herramientas y de paso se den algunos minutos de solaz. Por otra parte, para acercase a su base hay que ser valiente, porque el olor a orines que de allí nace, hace arriscar la nariz al más pintado. No sé si aquí existirá aquí algún departamento de higiene ambiental, porque si existiera, ya hace mucho tiempo habría clausurado tan productiva fábrica de hediondez. A lo mejor esa construcción prestaría algunos servicios si se colocara a la orilla de la vereda, para que en invierno los adultos mayores, que concurren mensualmente a pagarse al Seguro, pudieran protegerse del frio o la lluvia. Frente a lo que fue el Regimiento existe un monumento de esos que algunos escultores capitalinos venden de cuatro por mil a los municipios de pueblo chico, coronado por una imagen que supongo sugiere al teniente Ignacio Carrera Pinto, pero que a todas vistas se trata de un militar de más de cincuenta años. Bajo su alero -del cual suelen unirse cordeles los días de feria de las pulgas, para colgar la ropa usada en venta- los nombres de todos los comandantes que pasaron por el Regimiento. Me pregunto ¿en qué batallas participarían estos militares que merecen ser recordados con tanta honra? ¿Cuántos llegarían a generales?O a lo mejor no son tan recordados, porque cuando hay ferias artesanales, el monumento queda totalmente tapado detrás de las carpas.Y para colmo, la guinda de la torta. Una placa que no redactaría ni un niño de primero básico. En ella el Regimiento entrega ese monumento a la ciudad en reconocimiento a lo que ellos mismos hicieron ¡Verdaderamente propio de Condorito!Bonito se vería ese monumento en la calle del frente, allí por lo menos tendría algún sentido.Si fuera por recordar los nombres ilustres de la ciudad, ¡Qué bien se verían los de nuestros Bomberos destacados!Hablar de los monumentos que dan a la Av. O’Higgins, es algo que llama la atención, al final uno dedicado al agua, quizás algo poco visto en Chile y al que debiera sacársele más partido colocándolo en un lugar más atractivo.O’Higgins y Prat están muy bien protegidos del viento norte, con paredes de cemento, parientas de las del Odeón, inútiles a toda prueba, las que sólo sirven de urinario, especialmente cuando comienza a declinar la tarde.Y aquí en la esquina se da una paradoja. En alguna oportunidad se sacaron los árboles para que el Municipio tuviera una buena vista. Éste brilla con luces propias, pintado con vivos colores, llama de inmediato la atención de los presentes. Todos los bancos miran al municipio. Por lo pronto nadie desea mirar hacia el interior, porque la plaza no tiene ningún atractivo.Un poco más atrás de la línea de bustos de nuestros próceres –como escondido- el monumento del máximo líder del pueblo Mapuche: “Lautaro”, el mismo que da el nombre a la ciudad y el que debiera estar en un sitial de preferencia, aparece allí, desvalido caminante con su lanza, falto de arrogancia, mirando también –como todo lo importante- hacia el edificio consistorial. Deplorable, por decir lo menos.
Cuando muchos pueblos de la Región han modernizado sus plazas, como Victoria, Curacautín –próxima a hacerlo-, Temuco y Lonquimay, entre otros; Lautaro aparece demasiado aletargado en esta materia, por lo que sinceramente y como modesto ciudadano, opino que ese Concejo debiera dedicarle un minuto de atención a nuestro primer paseo público.
Sin otro particularSaluda Atte. a Uds.
Héctor Alarcón CarrascoR.U.T. 5.760.640-1

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