domingo, 14 de marzo de 2010

Dramas y logros marcaron los cuatro años de Bachelet

Santiago.-Palabras como terremoto, Curepto, Transantiago y Chaitén apuntaron a lo negativo. Tuvo lluvia de críticas por gestión y al final no bajó del 80% de aprobación y nadie quiso confrontarla. Infancia, derechos humanos, derechos de la mujer y labor regional, lo destacado.
El paado miércoles 10 de marzo fué el último día de Michelle Bachelet en La Moneda. Y las semanas finales de su ciclo como gobernante quedan marcadas por el desastre natural del 27 de febrero. Pareciera que “el sello de la protección social”, el plan Chile Crece Contigo que benefició a la infancia, sus proyectos en derechos humanos, sus programas para la mujer, su posicionamiento internacional y la valoración de sus atributos por parte de la ciudadanía, constatado en diversos sondeos, quedaron eclipsados por el terremoto. Sin embargo, el 84% de aprobación a su gestión, obtenido con una encuesta postcatástrofe, apuntaría a una reivindicación global de su administración de cuatro años que ella siempre consideró poco tiempo para cumplir metas.
Las actividades trazadas para estas 48 horas indican que no habrá despedidas, más bien una salida de palacio en medio de los efectos del sismo. Y es que la palabra terremoto ya se sumó irremediablemente a las palabras Chiguayante, Curepto, patio 29, Transantiago, Chaitén, que marcaron momentos tan dramáticos como difíciles en su gobierno.
A ello, sobre todo los primeros dos años, se sumó una verdadera lluvia de críticas por su estilo y forma de conducción, con encuestas marcando entre 39 y 42 por ciento de aprobación o respaldo, mucho más abajo del 53% con el que ganó la presidencia y del 62% que marcó en su primer mes como Jefa de Estado. Conceptos como “vacío presidencial”, “estilo RDA”, “síndrome del pato cojo”, junto a otros, se repetían en los medios, las sobremesas y los pasillos, muchas veces de bocas concertacionistas. El académico Óscar Godoy habló del “peor gobierno de la Concertación”.
En ese marco, el periodista Manuel Cabieses habló de un “femicidio político” y la Mandataria lo adoptó como definición de lo que estaba ocurriendo y reiteraba la idea de que “hay resistencia a que la conducción esté en manos de una mujer”.
En una entrevista había dicho que “yo no soy un accidente de tránsito” en el proceso político nacional y llamó a “hacernos cargo de la evolución política, social y antropológica que hubo en este país”.
Se metió de lleno en un plan que fue el trazo y sello de su administración: la protección social. Hasta la derecha terminó reivindicando aquello. Logró sacar reformas como la previsional y la de educación, pese a críticas de sus contenidos. Defendió reformas políticas -varios puntos quedan truncos por el voto en contra de RN y la UDI-, consiguió leyes de mejora para la protección y derechos de la mujer, modernizó el Servicio Médico Legal en lo que se refiere a identificación de víctimas e instaló el Instituto Nacional de Derechos Humanos; logró la modernización institucional del sector medioambiental y mejoró la calidad de la vivienda social. Asumió un liderazgo regional que la puso al frente de la defensa de los gobiernos constitucionales de Bolivia y Honduras.
Ya a mitad de su gestión, resistiendo la lluvia política, cosechaba. Del 60 llegó a subir al 80 por ciento de aprobación a su administración y ya no bajó más. Fue secreto a voces que ni la derecha la criticaba o confrontaba porque era ir “contra un sentimiento de la gente”. Sus planes se fueron concretando en general aunque se le reprochaban atrasos y “abandonos” en algunos sectores y rubros. Y, como sea, en su última etapa, algunos la señalaron como candidata a la presidencia el 2014.

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