miércoles, 6 de enero de 2010

Muere Sandro, el último gran ídolo latinoamericano

Buenos Aires.- El astro argentino falleció el lunes a los 64 años a causa de un shock séptico. Llevaba 46 días hospitalizado tras un complejo trasplante cardio-pulmonar.
"No quiero que me lloren cuando me vaya a la eternidad", pedía Sandro en su clásico "Una muchacha y una guitarra". Una solicitud que difícilmente cumplirán los familiares del astro argentino, así como las miles de fanáticas que dejó en este mundo, "sus nenas''.
Fueron 10 años luchando contra un devastador enfisema pulmonar, provocado por su prolongada adicción al tabaco, que lo llevó a fumar hasta 80 cigarrillos diarios. Un mal que finalmente le ganó la batalla a uno de los últimos grandes ídolos de la música latinoamericana.
Sandro murió el lunes a las 20:40 horas en el Hospital Italiano de Mendoza, recinto que no pudo abandonar desde el 20 de noviembre del año pasado, cuando fue sometido a un doble trasplante de pulmones y corazón. Un final tan dramático como paradójico para un artista cuya voz y pasión lo convirtieron en referente ineludible para muchas generaciones de intérpretes de la región.
"Lamento informar que Sandro dejó de existir", dijo secamente Claudio Burgos, médico personal del artista, ante decenas de periodistas, mientras afuera casi cien personas lloraban abrazadas de chapitas, cuadros y retratos de su ídolo. "Falleció como consecuencia de un cuadro de shock séptico", agregó el facultativo, quien durante la tarde ya había advertido la gravedad del estado de salud del intérprete, quien desde el trasplante fue intervenido en cinco oportunidades. El lunes fue un día crítico para el argentino, quien pese a las dos últimas operaciones finalmente no pudo superar las complicaciones bronquiales que presentó.
Nacido en Buenos Aires el 19 de agosto de 1945 y criado en Lanús, Roberto Sánchez Ocampo -su verdadero nombre- participó durante su juventud en diversos grupos considerados pioneros del rock en español, como Los Caniches de Oklahoma y Los de Fuego. Tal como en los cuentos, en una de las presentaciones con estos últimos, el vocalista se quedó sin voz, y entonces Sánchez, hasta entonces guitarrista, asumió ese rol. Para ese entonces, ya era conocido como "Sandro", el nombre que sus padres quisieron ponerle al nacer, pero que el Registro Civil argentino rechazó.
No era su único apodo: sus movimientos pélvicos y contorsiones sobre el escenario le valieron tempranamente el apelativo de "Elvis criollo". Un honor para ese joven, que debutó cantando temas del Rey del Rock.
Fueron aquellos meneos característicos los que además le significaron el rechazo del sector conservador de la Argentina de los 60, pero también la adoración de las mujeres, aquellas que con el tiempo se convertirían en "sus nenas", que lo visitaban religiosamente en su casa de Banfield -ayer no fue la excepción- y que hasta ayer prendían velas afuera del hospital mendocino. Las chilenas también se encandilaron con el magnetismo del "Gitano", quien debutó en estas tierras a los 23 años, con una encendida presentación en el Festival de Viña 1968.
El "Gitano" de América
Pero Roberto Sánchez fue mucho más que una moda enfundada en cuero. A mediados de los años 60 dejó los covers rockeros para transformarse en un baladista de carácter y en ídolo internacional, gracias a composiciones que se convertirían en clásicos continentales, como "Así", "Porque yo te amo", "Te propongo", "Penas" y "Rosa, Rosa", entre otras. La fusión de ese espíritu provocativo y el romanticismo de sus temas sería revalorizada por nuevas generaciones de artistas, que verían en el "Gitano" al padre del rock en español.
Junto con esto, su paso por el cine no hizo sino acrecentar y expandir su fama por el continente, gracias a una docena de títulos que protagonizó entre 1967 y 1980. Por esos años ya era capaz de sostener memorables shows en los más prestigiosos escenarios, siendo el primer latino en llenar el Madison Square Garden de Nueva York.
Para los que lo conocieron, Sánchez fue un sujeto amable, sencillo, y dado a la conversación. Una imagen distinta de la que proyectó sobre los escenarios, dicotomía que confesaría el propio artista a "El Mercurio" en 1986: "El señor Sandro es un personaje que no tiene mucho que ver conmigo. Ese señor es un poco una alquimia extraña de lo que a muchos tipos les gustaría ser".
Además, el argentino siempre se preocupó de cuidar su vida privada, la que terminó compartiendo con su segunda esposa, Olga Garaventa. "Ella fue el sostén de Roberto", cuenta la biógrafa de Sandro, Graciela Guiñazú, autora de la última entrevista que concedió el astro frente a las cámaras, en 2005. Ahí la periodista fue testigo de los deseos de vivir del ídolo: "Yo puedo perder la vida, pero la vida no me la pierdo", dijo el cantante a Guiñazú.
Dos amigos en el cine
En la década de los 70, Sandro participó en más de doce películas. En su primera incursión en la pantalla grande compartió escenas con la chilena Ginette Acevedo, y más tarde lo hizo con el actor Walter Kliche.

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