Las cifras muestran un creciente desarrollo de las exportaciones ovinas chilenas, pasando de unas 3.500 toneladas en el año 1993, a casi 5.700 toneladas en el año 2006. En el mismo período, el valor de la tonelada exportada pasó de US$ 1.450 a US$ 4.100.
El Director Nacional del INIA, Leopoldo Sánchez, destacó que la producción ovina chilena tiene una gran oportunidad en el mercado de la exportación. “El desarrollo de la producción nacional hará que la producción se oriente fuertemente a los mercados de exportación, ya que nunca competiremos como país por la cantidad sino que por la calidad. La producción mundial de carne ovina se ha incrementado en el presente siglo, acompañada de un fuerte aumento en los precios”.
Por su parte, el Jefe de la Unidad de Negociaciones Bilaterales del Servicio Agrícola Ganadero, SAG, Rodrigo Robles, sostuvo que “no basta con decir que la calidad del producto es óptima, hay que demostrarlo”. “Y para eso tenemos que certificarnos, y debemos proporcionar garantías para que se cumplan las exigencias requeridas por los Servicios Oficiales de los países de destino de exportación”.
A su vez, el subdirector de la Fundación Innovación Agraria, FIA, Ricardo Isla, explicó que la incorporación de la nueva genética en el rubro ovino es fundamental y una prioridad para que Chile sea Potencia Alimentaria. “La Carne y la lana son dos productos ovinos que hay que comenzar a incorporarle una nueva genética. Además, de la biotecnología reproductiva; la Inseminación artificial; la transferencia de embriones; la detección temprana de gestación y la regeneración de praderas”.
Las ponencias se desarrollaron durante el Seminario Ovino “Un pilar para Chile Potencia Alimentaria”, organizado por el Ministerio de Agricultura a través del Instituto de Desarrollo Agropecuario, INDAP, y el Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA.
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